RECORDANDO LAS REVISTAS DE MI INFANCIA.
Considero que, es en la primera infancia, el momento más importante para inducir a un niño al “mágico mundo” de la lectura, por eso hoy, día del niño, me atreveré a compartirte la emoción que yo experimentaba al hojear las páginas de algunas revistas que marcaron mi vida para siempre, no sólo porque me extasiaba en las imágenes, sino porque justamente, me motivaron a descubrir la magia de la lectura.
Empezaré por decir que mi madre era una excelente modista, diseñaba y elaboraba los más hermosos vestidos que a mis hermanas y a mí nos hacían lucir como “verdaderas princesas”, al menos así nos sentíamos cuando portábamos alguna de sus creaciones, siempre muy ampones y con un gran moño que ceñía la cintura y se amarraba hacia atrás, porque ése era el gusto de mi padre.
El caso es que, como parte de los instrumentos de trabajo de mamá, había en casa un gran libro de modas, y, cuando digo grande es porque era realmente grande, debe haber medido unos 50 x 70 cms. Y tenía un grosor de unos 6 cm. Lo que lo hacía ¡pesadísimo!, pero encantador. Mis hermanas y yo, ¡lo disfrutábamos tanto!, identificándonos con las modelos que se presentaban en él. Estas modelos de aquel maravilloso libro eran mujeres ¡elegantísimas!, que vestían las prendas que deben haberse usado allá por los años 50´s. A mí me llamaba la atención su figura siempre esbelta, sus vestidos eran hermosos. Y uno podía realmente “experimentar” la textura de las telas que caían de tal manera sobre sus cuerpos que hacían lucir el encanto de cada uno de los modelos. Ese gran libro, debe haber sido mi primer encuentro con las revistas y lo hojeábamos, una y mil veces, encontrando en él cada vez cosas nuevas, porque además de los vestidos para dama, estaban las ¡increíbles! zapatillas que usaban las modelos, también había todo tipo de accesorios, tanto para niños como para adultos. En fin, era una ¡verdadera delicia!, sumergirse en aquellas hermosas páginas que hacían volar nuestra imaginación mirándonos en ellas como en un espejo hacia el futuro que nos hubiera gustado vivir. Para ese entonces, mis hermanos y yo debíamos rondar por los 5 o 6 años de edad.
Luego un día, mi padre llegó con una revisa LIFE, también de gran formato. Desde que la abrí, me impresionaron tanto algunas imágenes que hasta la fecha han permanecido en mi memoria. Recuerdo muy bien la fotografía de un desierto, con su tierra cuarteada por la falta de agua, luego una foto ¡maravillosa!, del mismo desierto, pero después de una lluvia torrencial. Me quedaba extasiada ante la belleza de aquel paisaje sembrado de flores de diversos colores. Se presentaban también fotos de animales en su hábitat natural, y se hablaba de los problemas que enfrentaban para lograr sobrevivir, en situaciones, muchas veces extremas. En esa ¡maravillosa! revista, también recuerdo haber visto diversas fotos de playas de todo tipo, desde las hermosas, hasta las descuidadas por el hombre. Estas fotos realmente me impactaron, porque pude conocer el mar hasta que tuve 20 años.
Otra revista que marcó mi vida fue una edición especial de Alarma, que describía a profundidad la trágica vida de la familia Kennedy, desde la llegada de Irlanda de sus abuelos a las costas de Nueva York, su residencia en Boston, se presentaban además las biografías de cada uno de los 9 hijos de esta gran familia fundada por: Joseph Kennedy y Rose Elizabeth Fitzgerald. Se hablaba mucho de Jacky, esposa de John y se le presentaba como un modelo a seguir para las mujeres norteamericanas. Recuerdo que antes de su matrimonio con John ella era fotógrafa y practicaba el hipismo. También recuerdo, el deseo de Joseph de que sus hijos ingresaran a la política, y así fue, empezando por su hijo John que fue el primer presidente católico de los Estados Unidos, quien lo gobernó de 1961, hasta noviembre de 1963, y los senadores Roberth y Eduard.
Pero lo que más me impactó de esta revista fue la tragedia que sufrió esta gran familia, empezando por el asesinato de John, aquel fatídico 22 de noviembre de 1963 en Dallas Texas, luego, el también asesinato de su hermano, el senador Roberth en la ciudad de los Ángeles.
Para 1963, yo tenía 8 años, y recuerdo haber leído la revista de principio a fin. Para ese entonces, no había tele en la casa, así que mirar aquellas imágenes, realmente me conmovió, se mostraba toda la trayectoria de la muerte de los hermanos Kennedy, desde el lugar donde fueron asesinados, hasta el funeral de John, en la catedral de San Mateo en Washington, y de San Patricio en Nueva York en el caso de Roberth luego, aquella imagen desgarradora en el cementerio de Arlington que mostraba a Jackie de luto, con un velo cubriendo su rostro y a sus dos hijos pequeños, a quienes tomaba de la mano estando de pie frente al féretro de su esposo, mientras se disparaban las salvas de cañonazos a lo lejos con las que se despedía al segundo presidente más joven de los Estados Unidos.
Por otra parte, un día, pasé a saludar a mi tía Irene, que estaba haciendo limpieza profunda de su casa, y tenía listas para ir a la basura toda una colección de viejas revistas de Selecciones, le pedí que me las regalara y accedió con gusto. Recuerdo haber llevado a mi casa aquel “tesoro” que disfrutamos ¡tanto! mi padre y yo. Estas revistas fueron mi inspiración en ocasiones muy particulares de mi vida, recuerdo de manera especial un curso de dirigentes que estaba tomando por ese entonces. Se trataba de elegir un tema, y exponerlo frente al público que, posterior a cada intervención hacía una critica de cada participación. Pues de estas revistas seleccioné gran parte de los temas que expuse en ese curso, pero recuerdo de manera especial un artículo que se titulaba: “Colonos en Colorado”, que describía las hazañas que enfrentaron los colonizadores del estado de Colorado en los Estados Unidos.
Debo haber tenido unos 17 años cuando descubrí otra revista que también impactó mi vida, me refiero a Mafalda, aquella revista de tiras cómicas del gran autor argentino: Quino. Con Mafalda aprendí a ser crítica, a valorar el mundo, el medio ambiente, me inicié en los asuntos políticos de las naciones, también aprendí de los valores morales de cada uno de sus personajes, amigos de Mafalda, empezando por Felipe, tímido y temeroso, pero gran amigo, luego Miguelito, el soñador , Susanita, que se la pasa “construyendo” en su mente la familia que un día tendrá y los hijitos que corretearán por su casa, Manolito, el “tacaño”, pero gran emprendedor y finalmente está Guille, la más pequeña del grupo y hermanita de Mafalda, están además el papá y la mamá que juegan un papel importante, sorprendiéndose a cada paso con las profundas reflexiones de su hija. Una de las cosas que disfrutaba Mafalda eran las vacaciones, tirada en la playa o construyendo castillos de arena, y por supuesto, como gran distintivo de su personalidad, el también su “empedernido” odio hacia la sopa.
A Mafalda la leí compartida, digo lo anterior, porque más tardaba en comprar una nueva revista, que en cuanto llegaba mi sobrina Priscila, aquella niña de tan sólo unos 7 años, que prácticamente las ¡devoraba!, al punto de que, habiendo tenido la colección completa, me quedé sin ninguna, porque ella las acaparaba todas, cosa que, a mí, lejos de disgustarme, me encantaba, pues veía con admiración que a esa niña, tan pequeñita, ya le interesaran los temas que trataba Mafalda, que por cierto, eran de gran profundidad, no obstante que la revista se presentaba en forma de tiras cómicas, estaba lejos de motivar a la risa, más bien sí a la crítica, la reflexión y el análisis.
Considero que lo más valioso que estas revistas me aportaron fue, sin duda alguna, el hecho de que sembraron en mí, la pasión por la lectura, ya que, en mi infancia, no había libros en casa, tan solo las revistas y los periódicos que llevaba mi padre y que yo aprovechaba para leerlos. De ahí que la influencia de estas revistas en mi infancia fuera realmente importante.
Y de esta manera, concluyo este texto que me condujo a recordar las revistas que, en mi infancia, marcaron mi vida para siempre y en el que me atreví hoy a compartir contigo el conjunto de emociones que se agolpaban en mi mente cuando las hojeaba.
MARIA MARTHA MORENO MARTÍNEZ
30 de abril de 2025.