INCREDULIDAD
Cuando regresó de la celebración de la Pascua, tomó la botellita en la mano y se la mostró a su hermana.
- Mira hermana, le dijo, aquí tienes agua bendita. Por si alguna vez te ves atacada por algún enemigo, con ella, lo ahuyentas.
- ….Ah, ah, puras mentiras bla, bla, bla…. etc., etc.
Inmediatamente vino a su mente Naamán, aquel comandante del ejército sirio que, viendo su cuerpo invadido por la lepra, un día escuchó a su asistente que le decía:
- Señor, si tú vas a ver al profeta Eliseo que vive en mi tierra, ciertamente te curarías.
Pero él ponía oídos sordos siempre que se lo decía.
- ¡Ah, ah, son sólo pamplinas!, yo me he encomendado a todos mis dioses y ninguno ha escuchado mis súplicas.
Pero sucedió que un día, ya desesperado por las lacras que la enfermedad dejaba en su cuerpo, ordenó a un grupo de sus militares que lo acompañara, a ver a ese tal profeta del que tanto le hablaban, les pidió que cargaran sus animales con todo tipo de regalos para halagarlo.
Cuando hubo llegado al lugar donde el profeta se encontraba, pidió a sus subalternos que le consiguieran un encuentro con él, y sucedió que el profeta Eliseo no le concedió ese favor, pero sí les dijo a sus criados:
- Digan a Naamán que se bañe siete veces en las aguas del río Jordán.
Naamán molesto por la actitud del profeta que ni siquiera lo había recibido empezó a vociferar diciendo:
- ¡Cómo voy a creer eso!, ¿qué no son más ricas, más abundantes y fructíferas las aguas del Éufrates de mi tierra? ¿cómo se van a comparar las aguas de éste, apenas un miserable riachuelo, que es el Jordán, con las caudalosas aguas del Éufrates?
En eso estaba cuando uno de sus soldados le dijo.
- Pero señor, si te hubiera dispuesto algo más difícil, ciertamente lo harías. ¿por qué no lo intentas?
- Mmmm, creo que tienes razón, vamos pues, no pierdo nada con intentarlo.
Y así fue como Naamán, después de haber escuchado la voz del profeta quedó limpio de la lepra.
Y ahora, ¿cuál crees tú que sea la moreleja de esta pequeña fábula?
MARIA MARTHA MORENO MARTINEZ
20 de abril, domingo de Resurrección.
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