A NADIE LE FALTA DIOS.
Hoy 10 de julio de 2025 por la mañana, llegué corriendo a misa de 8 en el templo de Cristo Rey, y en ese correr estuve a punto de toparme con un ataúd, que estaba en la mismísima puerta de la iglesia, sólo, solito él y su alma, lo cual me impactó por lo inesperado del suceso. No habían llamado las campanas a duelo, ni era la hora en que se acostumbran los funerales.
Todo llamó mi atención desde el principio, primeramente, el horario, después, la desolación del cortejo fúnebre. El féretro estaba acompañado únicamente por dos empleados de la funeraria. Ciertamente había unas cuantas personas en el interior del templo, pero eran las de siempre, no parecía que fuesen dolientes. Entonces me dije a mi misma, bueno, pues seremos nosotros, refiriéndome a los asistentes normales de la misa y a mí, los que acompañaremos a este cuerpo a su funeral, pero, a nadie le falta Dios, pensé para mis adentros.
El sacerdote, Alfonso López, salió a recibir el cuerpo, dijo unas preciosas palabras para darle la bienvenida a la Casa de Dios y el féretro fue trasladado frente al altar, donde ya lo esperaba, encendido, el Cirio Pascual. Pero no había ni una sola florecita, nada, tan sólo esa desolación que se respiraba en el ambiente.
Noté como el sacerdote dio instrucciones a los lectores para cambiar el esquema de la misa, y a partir de ahí, toda la estructura de la celebración se centró en acompañar al Sr. César en el camino a su última morada.
El evangelio que se leyó hizo alusión a que Jesús al despedirse de sus apóstoles les dijo que se iba al Padre, a prepararles una morada, porque en el cielo había muchas moradas y que eso era así, porque si no, no se los habría dicho. “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, quien viene a mí, no morirá para siempre.
Ya en la homilía, Fr, Alfonso, permaneció de pie y nos dijo que el cuerpo pertenecía a César, que vivía solo en Acámbaro, pues era de Chiapas, que sus familiares, habían cambiado de religión y que tan solo algunos vecinos suyos habían hecho la obra de caridad de procurarle un sepelio y un funeral apropiado.
Ya durante la misa, efectivamente, me di cuenta que estaban presentes dos personas que eran sus vecinas y lo estaban acompañando. También nos dijo que había muerto repentinamente de un infarto.
Quiero destacar que gracias al padre Alfonso López, César tuvo un funeral muy digno, pues durante toda la celebración estuvo pidiendo por él, por su eterno descanso. Fue muy significativo el hecho de que el padre se mostró en todo momento, muy tranquilo, sin prisa, dedicándose a encomendar al hermano César a Dios, en todo momento.
Al finalizar la celebración, el padre Alfonso, roció agua bendita sobre su ataúd, y nuevamente dijo una bella oración, luego le rezó un responso, y varias jaculatorias. Puedo decir, sin temor a equivocarme, que éste ha sido el funeral más significativo al que haya asistido.
Ya cuando retiraron el cuerpo, me acerqué a Lichita, una de las vecinas a las que me he referido y lo que escuché me dejó sin palabras, me contó que se trataba de un señor, de menos de 60 años, que, siendo originario de Chiapas, había venido hasta acá por motivo de su trabajo, pues era maestro en una comunidad de Acámbaro y ya tenía 20 años viudo, pues su esposa y su bebé habían muerto en un accidente.
Durante la misa noté que había dos niños como de unos 8 y 10 años, parecían muy inquietos, bueno, pues Lichita me dijo que el maestro fallecido era protector de esos niños, que les ayudaba en todo lo que podía, e incluso, el mayorcito se quedaba a dormir con él, que ésa había sido su obra de caridad desde que había quedado solo, pues él se destacaba en el barrio por su generosidad, y que siempre estuvo dispuesto a ayudar. Fue entonces cuando pensé, “no de valde, el maestro César tuvo este dignísimo funeral”.
Ya para despedir al maestro, abrieron el ataúd y aquellos niños se acercaron a él con lágrimas en los ojos para darle su último adiós.
Para finalizar este escrito diré que este funeral me conmovió intensamente, por todo lo sucedido en torno al maestro César, que Dios lo tenga en su gloria
Ya en la calle, me acerqué al padre Alfonso para felicitarlo y agradecerle aquella hermosa ceremonia, en beneficio del maestro César.
- Pero, pues fue igual que siempre, me dijo.
- No, no padre, le contesté. Yo he asistido a muchos funerales, pero éste fue algo especial.
- Bueno, pues, todo sea para que Dios se apiade de él.
- Así será padre.
Desde que me percaté de la soledad que acompañaba aquel cuerpo yacente, pensé que escribiría su historia, y la “bauticé” con el título de: A NADIE LE FALTA DIOS, pues gracias al esfuerzo desplegado por Fr. Alfonso López, a la misericordia de sus vecinos, y a las buenas obras que llevó a cabo en su vida, el maestro César pudo tener un funeral ¡tan, pero tan digno!, a pesar de haber vivido y muerto sólo, solito aquí en Acámbaro.
MARIA MARTHA MORENO MARTINEZ
10 de julio de 2025.
Sólo te digo que me hizo llorar
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