martes, 8 de diciembre de 2020

RECORDANDO A CONCHITA

 


RECORDANDO A CONCHITA.

 

 

¿Cómo no recordar la forma en que se cimbraba el templo de San Francisco de Celaya al ritmo de:

 

“Celayenses con místico acento

Vuestra voz elevad a porfía

Himnos mil entonad a María

Que rebocen ternura y amor” ……

 

Cuando el coro de San Antonio de Acámbaro, bajo la soberbia dirección del venerable Padre Abel Perea, entonábamos tan preciosa marcha, para celebrar a la patrona de Celaya.

 

Hoy me siento invadida por la nostalgia primero al recordar mi participación en este increíble coro del cual formé parte por espacio de 25 años, también por los impresionantes repiques de la campana “Maestra” de la parroquia de Acámbaro, y es que hoy es 8 de diciembre, día en que se celebra la Divina Concepción de María, Nuestra Madre.

 

Pero, principalmente, porque hoy es el onomástico de Concepción Gómez, mi abuela, madre de mi padre y fundadora de la gran familia Moreno.

 

Hoy la recuerdo, bueno, no sé si puedo decir eso o debiera decir que lo que recuerdo es lo que mi madre me contaba de ella, porque yo era muy pequeña cuando ella murió, imagino que debo haber tenido de dos a tres años.

 

Pero sí, recuerdo lo que mi mamá me contaba de ella. Yo fui hija José Luís, del último de los Moreno, no sólo porque fue el último que murió de los hijos de Conchita, sino también porque fue el último que se casó, por consiguiente, el que más años vivió con Vicente y Concha, mis abuelos.

 

Mi madre me contaba que Conchita era muy paseadora, que era frecuente escucharle decir:

 

-       ¡Tú nunca me sacas Vicente!

-       Pues tú vete Concha, llévate a Serafín, le dices que te ensille el caballo tordillo y váyanse. Nomás me dejas la llave con Lázaro.

 

Y a penas llegaba de un paseo, y ya estaba con la misma queja.

 

También era muy exigente. Cuando mi madre llegó a vivir a su casa Conchita vivía con su esposo Vicente, con Luís, mi padre, y con mi tía Carmen, esposa del tío Román que habiendo quedado viuda, se fue a vivir con sus hijos: María Y Vicente, a los cuales siempre se les trató no como nietos, sino como hijos de la familia.

 

Así que Conchita siempre estuvo muy acompañada y sabía mandar. Era difícil darle gusto, según me contaba mi mamá. Esa fue la razón por la que mis padres hayan dejado la casa materna.

 

También en la casa de los abuelos vivía Rubén, el hijo de mi tío Melchor, porque había venido de Zinapécuaro a estudiar la secundaria y mamá Conchita siempre lo mandaba por mí. Y me llevaba alzada, allá me pasaba el día, haciéndole la leche a Vero, mi hermana y luego me regresaba a casa de la misma manera. Fue en ese tiempo cuando ella murió.  Mi madre me contaba que Rubén me había llevado a su casa, pero estimaba que  ya debía sentirse mal porque ella misma me trajo hasta la esquina de la casa y se sentó en la banqueta hasta que yo entré a la casa. Ese día murió.

 

Mi padre la recordó con veneración a lo largo de su vida y por lo mismo nos inculcó a sus hijos el amor hacia ella, su mama. Hoy la recuerdo con cariño y sobre todo con inmenso agradecimiento, pues gracias a ella, tengo un techo donde vivir y sus genes me acompañarán por siempre.

 

Mi papá nos contaba una anécdota de ella, nos decía que a mamá Conchita no le gustaba que la retrataran, porque salía sin ojos, ello debido a que eran muy pequeños. Esos mismos ojos los heredó mi padre y yo como consecuencia.

 

Vayan pues estas sencillas líneas como un homenaje a ella, Concepción Gómez de Moreno, mi abuela, mi mamá Conchita.

 

 

MARIA MARTHA MORENO MARTINEZ

 

Acámbaro, Gto. 8 de diciembre de 2020.

 

 

 

 

 

 

 

 

2 comentarios:

  1. Martha, sigue plasmando tus vivencias y tus recuerdos. De nuestra abuela yo recuerdo siempre como la llamaba Don Melchor, mi padre: MamaConcha y siempre que yo me refiero a ella así la nombro.
    La recuerdo como organizadora y lidereza de las grandes fiestas anuales en La Trasquila, el mero día de San Juan, donde se coleaba numerosos toros, que los descansaban en el corral, mientras todos Los Moreno se daban gusto pialando yeguas. Cuando MamaConcha decía " a que hora van a capar esos toros, porque la lumbre ya está hecha ", ahí se dejaba de pialar para empezar a capar a cuchillo los toros para que las mujeres, en botes alcoholeros prepararan el gran bannquete de criadillas. Los Moreno disfrutaban ese banquete a paso veloz, porque se enfriaban, según decían, las yeguas. Lo que querían era seguir sacando humo de sus monturas.

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  2. Muy bonito comentario Toño. Yo desconocia esos hechos.

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