INFLUENCIA DE PAPÁ.
Inmerso en su mundo interior, un pequeño pelirrojo de pelo crespito de unos 4 años viajaba en el transporte público en un asiento contiguo al suyo “acompañado” de su joven madre quien lucía absorta en su celular, tomándose selfis en diferentes posiciones, contestando mensajes, viendo videos, etc.
Por su parte, el niño observaba su entorno y platicaba en voz alta consigo mismo, totalmente indiferente a la presencia de su madre, así como la madre de su hijo.
En los 40 minutos que duró aquel recorrido, Martha no escuchó que la madre dirigiera una sola palabra a su hijo, ni el niño a su madre. Ambos en sus respectivos mundos. Cuando la señora hubo solicitado la parada del transporte público, tomó su celular y una maleta que llevaba consigo ignorando por completo a su hijo. El niño bajó solo de la combi que los transportaba.
A Martha le llamó la atención que el niño en ningún momento pareció requerir la atención de la madre. A todas luces aquel pequeño de tan sólo 4 años era lo suficientemente independiente para que le bastara su mundo interior, en el que, tal vez, debía estar concibiendo todo tipo de historias. Martha piensa lo anterior por la apariencia tranquila y desinhibida, que observaba en el pequeño, incluso le parecía un niño feliz.
A partir de esta observación Martha se cuestiona ahora, acerca del impacto que producen en los niños las conductas de los padres, y hasta qué punto, influyen en la formación y el futuro de sus hijos.
Porque, en este caso, se podría pensar que la madre parecería casi una desalmada, por ignorar la presencia de su hijo, pero, por otra parte, piensa Martha, que tal vez justamente, debido a esta “indiferencia materna”, el niño experimentaba la riqueza de su mundo interior, e imagina, que ello lo llevaría en el futuro a ser más independiente que otros niños, pero eso no lo sabe, porque Martha no tuvo hijos, pero trabajó con adolescentes durante 41 años, por ello se atreve a expresar estos, quizá, “atrevidos comentarios”.
Por otra parte, tal vez, la experiencia de hoy la llevó a recordar ciertas reglas de conducta que su padre le imponía, algunas de ellas, le resultaban incomprensibles en aquella época, pero al paso del tiempo, todo tomó otro sentido, aprendió a valorarlas, y a comprenderlas.
Por ejemplo, Martha recuerda que, en cuestiones académicas, su padre siempre permaneció al margen, nunca intercedió, ni aun cuando su maestra de música, en la secundaria la reprobó injustamente por un error que cometió. Pero tampoco recuerda que la no intervención de su padre la lastimara, ella tenía que resolverlo sola. y claramente, no pudo hacerlo porque se vio obligada a presentar un examen extraordinario, aun, cuando era la mejor alumna del grupo. Se podría pensar que por ello su padre era poco menos que un energúmeno, pero más tarde comprendió que su manera de actuar la hacía más fuerte ante las adversidades. También en cuestión de la escuela, su padre respetaba sus decisiones, sí querían ir a la escuela, que fueran, si no querían, también. Si obtenían buenas calificaciones, que bien, pero si reprobaban, lo mismo daba. Claro que las consecuencias las pagaban ellos mismos. De esta manera, Martha recuerda que su padre les inculcó a sus hijos el sentido de la responsabilidad. Por todo ello, ahora dice: ¡gracias papá!
Otra de las reglas impuestas por su padre era aquella de que, las niñas no tenían permitido usar pantalones, pero cuando el químico Juan Araiza, las llevó a conocer la refinería de Salamanca como premio por su aprovechamiento, ¡Guau!, todo un acontecimiento para una niña de 13 años, que no tenía pantalones y que estrenó uno para tener derecho a realizar tan ¡maravilloso viaje!
Por otra parte, Martha recuerda que su padre, les permitía, a sus hermanos y a ella ir a cualquier parte, Iban al campo, al cerro, los dejaba tomar cualquier excursión, aunque esta durara varios días, pero eso sí. Por ningún motivo, podían ir a ninguna fiesta, ni siquiera la de cumpleaños de un amiguito.
Martha recuerda también que no había televisión en casa porque su padre decía que los niños adquirían “malas costumbres”, así que tuvieron tele, hasta que fueron las olimpiadas de México, en 1968, ahí sí dijo a su padre:
- Papá van a ser las olimpiadas en México, y yo quiero verlas, así que, nos compras una tele o nos consigues un lugar a donde podamos verlas a la hora que queramos.
Fue así como le dieron la bienvenida a una Philips blanco y negro, de bulbos, y de 40 pulgadas. Poco tiempo después, Martha habría de comprender que el hecho de no haber tenido tele hasta los 13 años le permitió, entre otras cosas, enamorarse de la lectura. ¡qué maravilla!
Por si todo esto fuera poco, Martha recuerda con asombro, aquel 29 de septiembre de 1967 en que su padre le dijo:
- Marthita, prepárense con Vero para que se vayan al desfile de Morelia, mañana es 30 de septiembre y el desfile se hace muy bonito.
- ¡Pe….. pero papá!, yo nunca he viajado sola en un autobús y ¡con Vero!…. Hemos ido a Morelia contigo, ¡pero nosotras solas! ¡No papá!
- Ah, pero si está muy fácil. Mira, toman el autobús aquí, llegando a Morelia, salen de la central y suben 3 cuadras, hasta la calle Real, ahí pasa el desfile.
- No papá, yo tengo miedo. Además, no queremos ir.
Fue entonces cuando la conversación tomó otro tinte…
- Bueno, no les estoy pidiendo si quieren ir. ¡van a ir!
- No pues, siendo así, ni modo.
Y Ahí iban, las dos hermanitas, Martha de 12 y Vero de 11 años, siguiendo las instrucciones de su papá. Y sí, tal como les había dicho, se encontraron con el desfile, y hasta consiguieron una silla para alcanzar a verlo, porque eran pequeñas. Recuerda que tuvo que lidiar con que Vero vomitó en medio del desfile, pero regresaron con bien. ¡Uf!, ¡qué experiencia! Por eso ahora, Martha piensa que para esta experiencia con su padre le ayudó a ser más independiente y a adaptarse a diferentes situaciones, aun aquellas que pueden parecer difíciles.
Por otra parte, cuando eran niños, Luís, el padre de Martha, que era muy devoto de la Virgen del Refugio, llevaba a toda la familia a misa de 5 de la mañana durante toda la novena para festejar la fiesta del 4 de julio en el que se conmemoraba a la virgencita como patrona de Acámbaro. E igual que en otras ocasiones, su padre no cuestionaba sus reglas. Había que hacerlo, ¡y ya!, él no entendía que para un niño es muy difícil despertar a las 4 de la mañana, No. Había que ir a misa ¡y se acabó! Esta conducta de su padre, posteriormente le permitió a Martha adaptarse con mucha facilidad a obedecer las reglas del trabajo, y le ayudó a ser disciplinada, conducta por demás valiosa para su formación.
Así que, los padres, tendrán que resolver el dilema de; qué será lo mejor para sus hijos y con el tiempo, los hijos descubrirán que las actitudes de sus padres marcaron, ya sea para bien o para mal, su vida para siempre, tal como recuerda que, lo hizo su padre.
MARÍA MARTHA MORENO MARTÍNEZ
Morelia, Mich.
8 de abril de 2023
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