martes, 15 de junio de 2021

PARA AMALIA CON CARIÑO.

 

PARA AMALIA CON CARIÑO

 

-       ¿Llego a tiempo para los frijolitos?, gritaba Martha, cuando al caer de la tarde, y ya después de haber preparado su clase del día siguiente, se acercaba a la puerta de la familia Espinoza.

-       ¡Pásate Marthita!, gritaba Amalia, desde la cocina.

 

Era el momento en el que Amalia,  y Martha se disponían a disfrutar de unos  sabrosos  tacos de frijoles Peruanos, con  tortillas de Urireo y la riquísima salsa de molcajete con mucho, mucho ajo. Que era la marca culinaria de aquella gran mujer, Amalia.

 

Con aquellos tacos, endulzados por el té de manzanilla se iban hilvanando las penas y las alegrías de cada día. Ambas mujeres gozaban de compartirse su día a día, logrando así que el siguiente, se hiciera más placentero, más llevadero, más ligerito. Este ritual se repetía al menos, tres o cuatro veces por semana.

 

Para Martha era un placer de lo más gratificante acogerse a la sabiduría de aquella estupenda mujer. Que para Martha era su segunda madre. Y no era de extrañarse, pues ella siempre supo de los amores furtivos entre su padre y Amalia, así que Martha se sentía en su casa una vez que atravesaba el umbral de aquella puerta.

 

La familia de Martha y la de Amalia nunca fueron extrañas, además de compartir el barrio, jugar, e ir a la escuela con sus hijos, era cosa natural, que María, madre de Martha, corriera constantemente a casa de Amalia en busca de remedio para un empacho, un entuerto, o cómo quitarles el chincual a los niños.

 

Amalia era así, Martha recuerda que siempre encontraba gente en su casa, pidiendo un préstamo para aliviar una perna, o un consejo para arreglar a unos amancebaos, o una puntada para una servilleta. Amalia siempre tenía el remedio para cualquier enfermedad o la solución a cualquier problema. Su generosidad y su entrega no tenían límite. 

 

Un día Martha vio a una anciana que caminaba hacia el fondo de la casa a paso lento y preguntó.

-       Amalia, ¿quién es esa señora?, 

-       Ah, es Lola, que vive en el cuartito del fondo, no tenía quien la cuidara en el rancho donde vivía y yo me la traje para acá. 

Ella la atendía de todo a todo, hasta que la sepultó, después de varios años.

 

Luego se trajo a Juanito, otro anciano desvalido que vivió en su casa por 15 años y corrió con la misma suerte de Lola.

 

Todo eso era natural en Amalia, pero, con Martha era diferente. Amalia conquistó su corazón. Aquel día que decidió emprender una nueva vida en Acámbaro. Ella se sentía la mujer más infeliz, había dejado atrás su juventud, su escuela, su trabajo, sus amigos, etc., etc. Y había venido a refugiarse a los brazos de su madre, fue entonces cuando cayó en cama victima de una infección en la garganta que le impedía comer, respirar y hasta levantarse. Fue entonces cuando apareció Amalia con aquella sopa milagrosa en sus manos. A partir de ahí Amalia formó parte de su vida. Fue así como se iniciaron aquellos rituales vespertinos y gracias a ella, Martha fue adaptándose a su nueva vida, aceptando los cambios, y las enormes responsabilidades que asumiría al regresar   a su tierra.

 

Amalia estuvo presente en todos los momentos críticos de su familia, gracias a ella Martha no se desmoronó en pedazos al experimentar la ruina de su familia. Gracias a la sabiduría de esta gran mujer, Martha encontró el coraje necesario para enfrentar y superar la adversidad.

 

Martha no ha conocido a nadie que pensara, como Amalia, en compartir con todos los que se cruzaban en su camino, un pedacito de su vida como herencia, fue así como confeccionó un ajuar para sus primeros nietos, verdaderas obras de arte, que les entregó a cada uno de sus hijos mucho antes de sus nietos nacieran.

 

Y ahora mismo, le vasta alargar la vista para encontrarse con la carpeta, que luce en su buró, que Amalia le bordara con sus propias manos y que, por eso, tiene para ella un valor incalculable.

 

Para Amalia no pasaba desapercibido un aniversario, un onomástico, un día de reyes, cualquier cosa que hubiera que celebrar, ahí estaba ella presente, contribuyendo para hacer de aquél, un día memorable. Aun en su postración, siempre pensó en los demás. 

 

Para Martha, Amalia era una estrella que brillaba con luz propia, que se fue apagando al ser consumida por la enfermedad y la muerte. Por eso, hoy Martha quiso rendir un sencillo homenaje: Para Amalia con cariño, para recordar el legado de esa gran mujer. Amalia Espinoza, a la que con toda seguridad Dios tendrá en el cielo y de la que tanto tendríamos que aprender, todos los que aun transitamos por esta vida.

 

MARIA MARTHA MORENO MARTINEZ.

ACAMBARO, GTO. 

15 de junio de 2021

 

 

3 comentarios:

  1. Maravillosa historia la que nos acaba de compartir.

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  2. Que brillante historia gracias 😊

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  3. Muy atinada y hermosa descripción de Mayitos como yo le decía, si hubieramos unas cuantas mujeres como ella, otro sería el mundo, Dios la tenga en su Reino

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