lunes, 6 de julio de 2020

EL POLVO DEL SAHARA.

“Más sabe el diablo por viejo, que por diablo”, reza el refrán, pero a partir de este pequeño ensayo, me propongo demostrar la falsedad de tan afamado argumento.

Cualquiera que me conozca, podría pensar que lo sé todo, no por mi cultura, ni por los estudios que pudiera tener, o por la experiencia que me haya dado la vida, no, nada más lejos de mi pensamiento, sino por los años que tengo, y nótese que no digo por lo vieja que soy, porque sería una ofensa para mi padre, quien nunca reconoció su propia vejez, y más aun, decirle que era viejo, era como restregarle en la cara el peor insulto, por eso simplemente diré que tengo muchos, muchos  años, y que en todo este tiempo, y a pesar de la avanzada tecnología con la que contamos hoy en día, jamás me había enterado de lo siguiente.

Un día como cualquiera de este período de contingencia de 2020, me encontré con la noticia de que se acercaba a México “el polvo del desierto del Sahara”. ¿Qué?, me dije, en todos estos años de vida, jamás había escuchado nada igual.

Los meteorólogos afirman que se trata de un fenómeno normal, que siempre ha sucedido, pero yo, nunca había escuchado, ni remotamente algo parecido, a pesar de mi edad, como he dicho antes.

Estar al tanto de las noticias, es algo que he convertido en una costumbre. Cada día consulto al menos dos o tres periódicos nacionales y otros tantos, internacionales, fue así como iba siguiendo el polvo del Sahara que iba atravesando el golfo de México, llegó a la península de Yucatán, y de repente…

Hoy, 6 de julio de 2020, salí a caminar, como lo hago con frecuencia, y desde la primera cuadra que caminé, noté cierta bruma, no le di importancia, seguí caminando y comencé a notar que tomaba más densidad, me extrañó porque ya no era hora de que fuera neblina, el sol brillaba intensamente en el horizonte. Fue entonces cuando caí en la cuenta: “el polvo del Sahara”. 

Me extrañó que la gente de moviera de un lado a otro, como si nada estuviera sucediendo, o como si fuera un fenómeno que sucediera a diario.

La densidad de la atmósfera era la del cielo de Pequín, o de la ciudad de México en uno de esos días de pésima calidad del aire. 

Subí la colina de la Soledad, desde donde se observa, normalmente, el valle de Acámbaro, con sus torres, sus casas, muchas de ellas aun techadas con teja roja y sus campos verdes, los invernaderos y desde luego, el cerro del Chivo al Frente y del Toro a la derecha, pero el día de hoy la visibilidad era a penas de unos 100 metros adelante. El sol, que normalmente es imposible mirarlo, ahora se veía con facilidad tras la bruma que lo oscurecía.

Algo que también vino a mi cabeza, fue esa especie de vulnerabilidad de nuestro planeta. El tan cierto efecto mariposa, lo que ocurre en un cierto tiempo y en un espacio definido, tiene repercusiones en otro espacio y en otro tiempo. ¡¡¡Quién lo diría, el aire que estaba respirando hoy contenía partículas venidas del otro lado del mundo!!!

Uno se piensa que ya nada puede sorprenderle, pero nada más lejos de la realidad, la verdad es que nunca se pierde la capacidad de aprender o de experimentar algo nuevo. Tal como me sucedió a mí hoy, que por primera vez experimenté en mi cuerpo los efectos del polvo del Sahara.

MARIA MARTHA MORENO MARTINEZ
6 DE JULIO DEL 2020.







1 comentario:

  1. Muy interesante, te felicito por la claridad y sencillez con la que describes tu experiencia de dicho fenómeno.

    ResponderEliminar

DESCUBRIENDO A LA REINA DE SABA

DESCUBRIENDO A LA REINA DE SABA   - Hola Pablo. ¿cómo estás? - Pues bien, mi querida reina, porque me permites que te llame de tú ¿verdad? -...