jueves, 22 de mayo de 2025

ALGUNOS RECUERDOS DE LOS ÓRGANOS.

                                

                               ALGUNOS RECUERDOS DE LOS ÓRGANOS.

 

 

Martha recuerda que ella y sus hermanas: Vero y Bertha esperaban con ansias el tiempo de las vacaciones escolares, porque sabían que les dejarían ir al rancho, a Los Órganos.

 

La vida del campo era ¡tan distinta! transcurría a un ritmo muy lento, deteniéndose a cada paso en aquellos eventos que hacían el día a día.

 

Uno de esos recuerdos se refiere a que, ella y sus hermanas, acompañadas de las primas Lupe, Cuca y Amalia pasaban largas horas trepadas en la cerca de piedra en aquellas noches estrelladas cuando las luces de los pajareros que se miraban a lo lejos se confundían con apariciones fantásticas, seres embrujados que vendrían hacia ellas si se portaban mal. Todas las noches les encantaba treparse a esa cerca para escuchar de aquellas muchachas las historias, casi siempre de aparecidos o las hazanas románticas que experimentaban con sus novios 

 

En los Órganos no había agua, por lo que la madrinita Esperanza cargaba al burrito con los botes sujetos al tecolote y a la señal de una palmadita en el anca, el burrito emprendía el camino hacia abajo, rumbo al pozo de La Rana. No era necesario arrear al animal, porque conocía perfectamente el camino de ida y vuelta.

 

Y, si había que ir a Acámbaro, a surtir la despensa, se levantaban muy temprano y se disponían a caminar porque el camino entre Los Órganos y la Rana se hacía a campo traviesa, entre los surcos y, se sabía que, si las sorprendía la lluvia, había que entrarle al lodo, porque esa tierra era de arcilla, negra y pegajosa. Así que llegaban de regreso a casa de madrinita Esperanza, con unas grandes botas de lodo muy pesadas, pero eso sí, muy contentas.

 

A la hora del almuerzo, aquellas tres hermanas rodeaban el fogón a la espera de una tortilla recién salida del comal sobre la que se esparcían unos granos de sal y la apretaban con sus manos para hacer una bolita que les sabía a ¡gloria!

 

En los días de fiesta, como los herraderos o el día en que se festejaba a la virgencita del pueblo, las mujeres grandes preparaban mole y sopa de arroz, además de que corrían ríos de cerveza para que los hombres, se animaran a “entrarle al toro”, mientras las niñas, se acercaban a la cerca del corral, subiendo por la hélice de la escalera de piedras planas que les servían de escalones. Y luego de elegir la piedra de su preferencia, las niñas se acomodaban para ver desde ahí a los primos lazar los becerros y hacer el tan difícil “paso de la muerte”, es decir, se trataba de emparejar dos potrillos, en plena carrera para saltar de uno al otro. Aquel espectáculo se convertía en un temor para el público, y en un honor para el jinete, si éste lograba librar la caída y realizar con éxito aquella suerte charra. Y si el dinero alcanzaba, se contrataba a la música de Chamácuaro que tocaba en el tendido de la plaza, mientras los jinetes realizaban con entusiasmo aquellas suertes de lazo, y de a caballo.

 

En un día normal, después de hacer las labores del hogar, se daban tiempo para ir a traer granjenos, cortar nopales o, si había una vaca recién parida, se ponían a hacer calostros que luego disfrutaban de comerlos sentados en el portal de la casa. En tiempo de lluvias, iban a cortar mirasoles o florecitas de San Juan para luego formar bellos ramos que, colocados en una olla lucían hermosos en la mesita de la cocina. En tiempo de cosecha se preparaban para irse con el tío Mando a formar “toritos”, especies de conos formados de cañas de maíz, que, después de pasar varios días secándose al sol, se les podía quitar la mazorca.  También en tiempo de lluvias era común ir a la milpa a cortar calabacitas que luego, ya fuera con piloncillo o guisaditas  sabían ¡riquísimas!

 

Además, había otras aventuras que les gustaba explorar a aquellas niñas, como la de ir a visitar a los guapos tíos Rafa y Delfina que tenían aquellos hermosos ojos azules y eran quienes trabajaban el único molino para nixtamal que había en el rancho. De ellos se contaban anécdotas graciosas como aquella de que en algún momento la tía Delfina se había comprado   unas botas de hule para los tiempos de lluvia y por un error del empleado, se trajo dos botas del mismo pie.

 

- Ah, pues eso está fácil tía le decían los demás, vaya a que se la cambien.

- No, ya me iré adaptando a caminar así.

 

También se decía con frecuencia….

- Ah tía, ¿que no mira que su vestido está muy arrugado?

- ¡Ay niña, no te fijes, ya en el camino se irá planchando!

 

A la tía Delfina, también la recuerda haciendo aquellas, hermosísimas “obras de arte”, ya fuera con el gancho o con el hilo.

 

Atravesando nomás la calle estaba también la casa de los tíos Alfredo y María, y les gustaba visitarlos porque tenían aquella casa, ¡tan limpia y ordenadita que daba gusto entrar en ella! y ver, a través de la ventanita aquel campo que se vestía durante al año de tonos dorados, en la época de la cosecha y de verde durante la siembra. También veían las vaquitas que se paseaban de un lado a otro del rancho. Además, porque en las altas paredes de adobe pintadas de un hermoso y fresco color pálido azul, se observaban unas grecas de color ocre que daban cuenta de la antigüedad de la construcción, pues se contaba que aquella casa era la primera morada que habían logrado construir los abuelos Vicente y Concha, después de haber llegado a Los Órganos provenientes de El Paraíso, comunidad de Tuxpan Michoacán. También les recordaban como los abuelos se guarecieron de las inclemencias del tiempo, haciendo una choza debajo de un mezquite mientras les construían la casa  y que fue ahí, frente a aquel árbol, cuando la maestra del pueblo, Marianita, les tomara a los abuelos la única foto que se conserva hasta hoy en todas las casas de sus descendientes.

 

Así transcurría la vida en Los Órganos, atravesando decenas de veces durante el día aquella enorme puerta de anchos travesaños y en cuyo costado se encontraba el frondoso mezquite que adornaba con su presencia la casa de los tíos Esperanza y Mando.

 

Y fue de esta manera que Martha quiso compartirte algunos de sus recuerdos infantiles relacionados con la comunidad de Los Órganos, hogar de la familia Moreno allá desde los primeros años de la revolución y que forma parte de su historia personal.

 

MARÍA MARTHA MORENO MARTÍNEZ

22 de mayo de 2025

 

 

 

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