BOLERO PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD
Voy por la vereda tropical….
Sí, corría el año 1973, y a mis 18 años no conocía el mar.
Éramos el grupo de octavo semestre de la facultad de farmacobiología de la universidad Michoacana. Viajábamos a bordo un viejo autobús, prestado de la facultad de veterinaria. Nos dirigíamos a un viaje de prácticas a la ciudad de México, y de ahí seguiríamos, liderados por Lupe Zavala, nuestra laboratorista, que en Gloria esté, rumbo al sureste mexicano que empezaba a estar en boga por aquella época.
Recuerdo que mi asiento estaba ubicado sobre una de las llantas delanteras, eso significaba que mis piernas permanecerían encogidas los 12 días que duraría nuestro viaje, pero no importaba. Yo soportaría lo que fuera, con tal de conocer el mar.
Salimos el 1º de diciembre de aquel inolvidable 1973, nos dirigimos a la ciudad de México, donde visitamos diversos laboratorios, recuerdo uno, en el que se elaboraban vacunas, ahí sufrí la pena negra al ver aquellos viejos y esqueléticos caballos, a los que se les inoculaban los virus o bacterias, y luego se les vacunaba parar probar la efectividad de los anticuerpos. Aun no puedo borrar de mi mente aquellos grandes tambos repletos de placentas, de las que se extraían diversos productos serológicos.
Fue ahí, en la terraza de ese laboratorio, donde nos tomamos aquella inolvidable foto con nuestra profesora de microbiología, la maestra Alicia. Recuerdo que yo lucía mis zapatos de plataforma y un bonito conjunto de color amarillo mango.
Después de México, empezó a latir mi corazón con mayor intensidad, porque nos dirigíamos a Veracruz. Y es que fue en ese maravilloso estado, donde por fin, pude contemplar el mar a través de la ventanilla de aquel autobús. Aún recuerdo la inmensa emoción que me produjo aquella visión ¡maravillosa!, de ese mar grisáceo, del Golfo de México y aquellas olas que se acercaban y se alejaban de la playa. Esa visión se mantuvo por un buen rato, ya que tomamos la carretera costera para dirigirnos hacia Palenque.
Creo que no es excesivo decir que aquel viaje cambió mi vida para siempre; primero porque por fin conocí el mar, luego porque por aquellos años, toda esa región estaba prácticamente inexplorada, tanto así que en Cancún no vi más que hermosísimas playas desiertas, todo era ¡tan, pero tan natural!, que no lo podías creer: los acuarios, las playas, el agua era ¡increíblemente transparente! en las cascadas de Agua azul, las Lagunas de Montebello y de Bacalar, las zonas arqueológicas de Palenque, Tulúm y Chichen Itzá estaban tan solitarias que, las podías ver desde cualquier ángulo y tomarte todo el tiempo del mundo para estudiar una foto, sin que ningún imprudente turista se atravesara en el horizonte.
También aquel viaje fue especial porque todos los compañeros y yo misma, estábamos en la “flor de la juventud”, se diría que estábamos experimentando la maravillosa sensación de “comernos el mundo”, lo cual nos llevó a más de algunos a experimentar ciertas “aventuras románticas” como tomarnos de las manos, un beso robado. A mí, a estrenar mi bikini verde, aun cuando me encontraba en mis días “difíciles” y bueno, pensé, si no podía nadar, al menos caminaría con él por la playa. Y fue en ese paseo, cuando de pronto:
- Hi
- ¿Qué?
- Are you american?
- No
- Salut
- ¿Qué?
Después de intentar dos o tres idiomas, finalmente, aquel extranjero se rindió y me habló en un muy cortado español, para decirme que yo le gustaba y que le extrañaba que fuese mexicana, porque no era común encontrar a una mexicana caminando por la playa de Isla Mujeres, en fín……
También recuerdo haber tenido el desvelo más pronunciado de mi vida, porque de los 12 días que duró el viaje, tan solo nos hospedamos tres en hotelitos de lo más pobres, eso significaba que “dormíamos” en el autobús. Bueno, eso de dormir es un decir, porque mis compañeros dormían de día, y al caer de la tarde, preparaban sus guitarras y era cantar y cantar. Pero, a mí, me maravillaba el paisaje, por lo que no podía dormir ni de día, ni de noche, así que me desvelé durante todo el viaje.
Era la época en que la música se escuchaba en casets. Leonardo, alias “Leo”, era nuestro chofer, debe haber llevado 3, máximo 6 casetes. Los demás no los recuerdo, pero sí me aprendí de memoria todas las canciones de aquel casete de Edy Gormé y los Panchos, que, dicho sea de paso, eran todas “boleros”.
Si bien, todo lo anterior, ha quedado en el pasado y si acaso, en un recóndito lugar de mi memoria, pero recientemente, lo recordé porque, apenas hace unos días, al encender el televisor estaban trasmitiendo un programa que abordaba el tema del Bolero, particularmente se hablaba de Agustín Lara, y fue ahí donde aprendí que, ese “Flaco de oro”, dominaba el lenguaje como pocos y tú lo podrás notar si escuchas con atención algunas de sus canciones. Por ejemplo: en Mujer divina, se refiere a: “mujer alabastrina”. Término que yo nunca pude comprender hasta ahora, y se refiere a una mujer con apariencia de alabastro o de mármol, nomás ¡fíjate!, o aquello de “voy a hacerte emperatriz de Lavapiés”, ¡What!, sí, para referirse a un barrio de Madrid.
El Bolero es un género musical nacido en Cuba, que se toca principalmente con guitarras y percusiones, aborda temas románticos y habla de la cotidianeidad de las personas. Hace unos años, era interpretado principalmente por tríos de guitarra.
A finales del siglo XIX el Bolero llegó a México, y fue aquí donde se desarrolló intensamente pues surgieron grandes compositores e intérpretes que lo catapultaron a nivel mundial, tal es el caso de Agustín Lara y Armando Manzanero, así como, Consuelo Velázquez y María Grever. El Bolero también fue interpretado por grandes tríos, entre ellos, Los Panchos, Los Tres Ases y Guty Cárdenas. Y, desde luego, no podríamos olvidar a las cubanas: Olga Guillot y Celia Cruz.
En Estados Unidos el Bolero ganó un lugar importante en la voz de Nat King Cole, quien le llevó a interpretar Boleros tan gustados como: “Aquellos ojos verdes” y además su incursión en algunas bandas sonoras de grandes películas como es el caso de: “Quizás, quizás, quizás” en la maravillosa película: “In the mood for love” de Wong Kar Way.
Pero el Bolero ha evolucionado, y en la actualidad, también es interpretado con arreglos de orquestas y entre sus intérpretes más famosos se encuentran cantantes como: Luis Miguel y Natalia Lafourcade. También se canta en los teatros más famosos de Europa, en la voz de los grandes tenores como Plácido Domingo y Juan Diego Flores.
Ahora, te invito a revisar algunos títulos de los boleros que más me gustan. Tal vez los conozcas, pero sí no es el caso, te invito a que los escuches, pues estoy segura que te encantarán: Sabor a mí, Bésame mucho, Nochecita, El mar, Voy a apagar la luz, Piensa en mí, Somos novios, Sabor a mí, Tú me acostumbraste, Solamente una vez, Piel canela, Vereda tropical, y……
Para despedir este texto me gustaría decir que, aquellos boleros que aprendí en tan ¡maravilloso! Viaje, se quedaron para siempre en mi memoria.
Pero volviendo al título del ensayo diré que, para responder a una iniciativa de México y Cuba, el Bolero, fue reconocido el 5 de diciembre de 2023 por la UNESCO como patrimonio inmaterial de la humanidad, de lo cual, creo, los mexicanos debemos sentirnos muy orgullosos.
Referencias:
MARÍA MARTHA MORENO MARTÍNEZ.
27 de enero de 2024