martes, 27 de diciembre de 2022

DESCUBRIENDO A SALVADOR ELIZONDO

DESCUBRIENDO A SALVADOR ELIZONDO.

 

 

Allá, en los vericuetos más recónditos de mi memoria, tenía guardado este nombre: Salvador Elizondo, pero no tenía idea de quién sería ese señor, bueno, sabía que era parte del contexto cultural de nuestro país, pero nada más, así que….

 

Hasta ahora, que empiezo a experimentar, lo que dicen será, la hecatombe de la jubilación, esta sensación tan contraria a tenerlo todo planeado y organizado desde el amanecer hasta el anochecer. Bueno, pues en uno de estos días, encendí el televisor y lo primero que apareció en el canal 22 de la UNAM fue justamente una entrevista que debe ser antiquísima, uso este adjetivo porque la hace Silvia Lemus, cuando aún era muy joven. Y revisando los datos biográficos, Salvador Elizondo nació en la Cd. de México 1932 y muere en la misma Cd. en 2006. Es decir, murió de 74 años, lo cual significa que la entrevista debe haberse realizado poco tiempo antes de su muerte. Lo primero que me impresionó fue su elegancia, y su buen humor, así como la fluidez de sus palabras.

 

Silvia Lemus lo presentó como: catedrático de la máxima casa de estudios de México, la UNAM, también como escritor, traductor, poeta, ensayista, y con un humor agudo. Humor que, por cierto, pude experimentar desde sus primeras frases. Me sorprendió la falta de elocuencia de sus comentarios, no porque no lo fueran, sino más bien porque les confería tan poco “peso específico”, que parecía no darles importancia y no era por destacar su humildad, más bien, dando a entender la falta de cultura de los mexicanos que no se interesaban en su literatura, “peor para ellos” expresó. Tanto destacó este carácter en sus comentarios que le confiesa a Silvia Lemus, esa especie de decepción que experimentó al haber influido, durante   31 años de carrera académica, en la formación de apenas “no más de diez”, escritores, el resto de sus alumnos no estudiaban la carrera de filosofía y letras para dedicarse a escribir, sino más bien para llegar a ser profesores de literatura, continuó diciendo.

 

Su estilo humorístico quedó de manifiesto, particularmente, en la respuesta a la pregunta:

-       ¿qué opina Salvador Elizondo del cuerpo?

-       Bueno, el cuerpo a mi edad es una máquina que empieza a descomponerse.

 

Estas respuestas un tanto sarcásticas, no las hacía con tristeza, más bien con una gran sonrisa, como restando importancia a todo y a todos. Así expresó el temor que experimentaba al salir a la calle, el temor a ser asaltado, a que se fuera a caer, a que se rompiera una pierna, etc.

 

-       En dónde escribes.

-       “En cualquier parte, últimamente he descubierto la cama. Si, sí, me gusta escribir en la cama, con mi pluma fuente y a mano”.

 

Y así, entre los más diversos matices del humor negro, giró la entrevista por espacio de una hora, la cual disfruté intensamente. Pero me quedaban varios pendientes, entre ellos, conocer algunos de sus textos. Para lo cual recurrí inmediatamente a la red de Internet. Lo primero que leí fue una nota de la UNAM de John Bruce-Novoa y Rolando Romero, cuyo prólogo inicia diciendo que: “Elizondo no cuenta nada, escribe; no busca comunicar nada, escribe”. Bueno, esta nota me pareció por demás intrigante, quería acercarme más a alguno de sus textos, para ello continue en mi búsqueda y encontré un texto maravilloso denominado: “El ocaso de la tristeza”.

 

Y ¡Guau!, de pronto comprendí su importancia, el valor que se le confiere en el contexto de la literatura moderna. Me pareció tan bello y original que me permitiré transcribir un poco de su primera parte. 

 

 

 

 

El ocaso de la tristeza

 

“Es un hecho que la tristeza está condenada a desaparecer. Las situaciones que nos pone la vida moderna, especialmente la actividad incesante que genera y su altísima velocidad, dificultan cada vez más la precepción o la experiencia de este sentimiento que tuvo una vida fugaz en la conciencia o en la atención de los hombres. Cada día los tristes se vuelven más raros….”

 

Ahora que, si bien es cierto  todos en algún momento de nuestras vidas hemos experimentado el sentimiento de la tristeza, jamás, por lo menos en lo que a mí se refiere, se me hubiese ocurrido cuestionarme acerca de su desaparición y menos aún, terminar clasificando a todos los “anti tristes” como “raros”. 

 

El texto en su totalidad es un verdadero ejercicio de reflexión y análisis respecto al significado que le asigna al sentimiento de la tristeza. Es tan bello que me seduce la idea de continuar transcribiéndolo, pero concluyo diciendo que ello sería un verdadero crimen, ya que, al hacerlo, perdería se esencia, más bien sí, quiero culminar estas líneas para exhortar a los que las lean a seguir, como pienso hacerlo yo, descubriendo a Salvador Elizondo.

 

MARÍA MARTHA MORENO MARTÍNEZ.

Acámbaro, Gto.

27 de diciembre de 2022.

 

 

 

 

viernes, 16 de diciembre de 2022

POSADITAS

 

POSADITAS.

 

-Venimos rendidos, desde Nazaret….

Para Martha su infancia estuvo inevitablemente ligada a la vida religiosa, porque su día a día transcurría entre su casa y la de las religiosas franciscanas. Con sólo atravesar la calle, ya se encontraba  recorriendo aquellos patios de cemento que daban al   dormitorio de las internas, aquel cuarto enorme, oscuro y frío en el que se aposentaban no menos de 15 catres, entre ellos el de Lupe Paredes, Felícitas, Agustina del Río y Paz Rojas.

Provenientes de comunidades apartadas y en la imposibilidad de que sus familias les pudieran brindar una vida mejor,  llegaban aquellas niñas al internado, quienes a cambio de un poco de comida, un sitio para dormir y una silla en la escuela primaria, contribuían,con su trabajo diario, a sostener aquella enorme casa y a sus habitantes, las religiosas franciscanas.

El sitio más emblemático de la casa franciscana, era sin duda alguna, la capilla, en la que siempre se respiraba un ambiente de limpieza, armonía, pero sobre todo, donde reinaba una profunda paz. La Purísima Concepción ocupaba el puesto central en el altar y al lado derecho, San Francisco. Siempre había flores en el altar.

Aquella capilla cobraba vida propia para Martha en el mes de mayo, pues ella, sus hermanos y otros vecinitos, eran los primeros en llegar a rezar el rosario y a ofrecer flores. Para ello, ya su mamá les había confeccionado con anterioridad sus vestidos blancos, los velos de tul y sus coronas de azares de cera. Había que comportarse con mucha devoción. Al final de cada misterio se entonaba un cántico y se formaban los niños para presentar en el altar diferentes ofrendas: flores, incienso, perfume, y coronas de madera con flores entrelazadas. Después del rosario había que dejar a las religiosas solas porque era la hora en que ellas rezaban “el oficio”. Pero Martha, siempre  curiosa, no perdía la oportunidad de espiar, así observaba que las hermanas se colocaban de pie alrededor de la capilla, cada una con su libro en la mano, recitaban varias oraciones y cantaban en latín la liturgia de las horas.

Pero sobre todo, aquella capilla se revestía de un ambiente festivo en diciembre por las posadas. De la misma forma que en mayo,  se rezaba el rosario todos los días. Al frente del altar se colocaba sobre una tablita el misterio, es decir, la virgen, san José y el ángel. Los cánticos eran propios de la temporada. Pero lo más emocionante era pedir la posada.

Posada te pide amado casero,

Por solo una noche, la reina del cielo….

Toda la comunidad, integrada por: las religiosas, las internas y los externos iban por aquel largo pasillo de cemento cantando en latín la letanía y pidiendo la posada en las puertas del dormitorio de las internas,  la ropería y en la puerta de la capilla. Martha no recuerda que hubiese habido aguinaldos ni piñatas. Sólo aquel ambiente único y especial de las posadas que reinaba en aquella enorme y humilde casa franciscana.

Pero había que independizarse ¿verdad?, así que llegó un día en que Martha, que tenía la tendencia a imitar todo lo que veía en la casa de las madres,  tuvo la ocurrencia de organizar unas posaditas en su casa, para ello juntó a los amiguitos de la cuadra: Marthita Beltrán, Irma, y a las hijas de “La China”: Yolanda, Evelia y Maricela. Acompañados de sus padres, todos aquellos niños rezaban el rosario y pedían la posada. Después, los asistentes alegraban el ambiente con cantos que hacían referencia al reparto de aguinaldos:

No quiero oro, ni quiero plata.

Yo lo que quiero es romper la piñata.

O

Ándale Vero, sal del rincón

Con la canasta de la colación.

O

Salgan salgan salgan váyanse a dormir,

Para que mañana los dejen venir.

Y ahora sí que había aguinaldos: unas canastitas o servilletas de papel que contenían aquellas ricas colaciones, dulces con un centro de semilla de cilantro o una cascarita de naranja. ¡Deliciosas!, cuando le tocaba a Irma la posada  les repartía una lima que cortaba  de su árbol, en otras   ocasiones, el aguinaldo era un puñadito de semillas de calabaza y en el mejor de los casos, una bolsita de papel de estraza con una mandarina, unos tres cacahuates y un trocito de caña.

Actualmente, Martha no puede definir la tristeza que le invade en este tiempo de posadas, piensa que puede ser la terrible huella del tiempo, que pasa inexorablemente. Cuando era niña, este tiempo de posadas lo asociaba con alegría, convivencia, y felicidad. No hacía falta un  regalo costoso, bastaba con una colación con semillita de cilantro o cascarita de naranja.

Ahora, Martha piensa que esta tradición se pierde cada vez más entre la bruma de lo digital, lo globalizado, y lo caótico,  características éstas, tan asociadas al mundo actual.

Anteriormente era común que en las casas se organizaran las posadas, y no eran pocas las que se hacían a puertas abiertas, es decir, todo aquel que llegase a rezar el rosario y pedir la posada tenía derecho a su aguinaldo.

Es triste, piensa Martha, que en la actualidad haya cada vez menos posadas, y las que hay degeneren en baile, vino, y disturbios, lo cual es una verdadera tristeza. Algo totalmente impensable en aquella época.

Por eso Martha escribe estas líneas, para recordar el tiempo que se ha ido, para rememorar las felices fiestas de las posadas de antaño. Para alimentar la memoria del pasado, para sentar un precedente, para dejar constancia del tiempo de posaditas, esa  hermosa tradición que tristemente está cayendo en el olvido.

 

MARÍA MARTHA MORENO MARTÍNEZ.

Acámbaro, Gto.

16 de diciembre de 2022.

 

 

 

miércoles, 14 de diciembre de 2022

IDENTIDAD NACIONAL

 

IDENTIDAD NACIONAL.

 

MARIA MARTHA MORENO MARTINEZ

 

A eso de las cuatro de la mañana, me despertó el estruendo de los cohetes. Desde todas las direcciones de la Cd. se escuchaban constantemente y es que no es para menos, hoy es 12 de diciembre, para México es un día de fiesta nacional pues celebramos a la Morenita del Tepeyac.

 

Al parecer el sentido de identidad es propio de los seres de origen animal, digo, porque, no he visto que los geranios busquen o tengan la necesidad de reunirse con otros  iguales a ellos. En cuanto a los animales, pienso que si porque tienden a agruparse con otros de su misma especie. ¿Tendrán conciencia de su parecido, de que comparten los mismos gustos o tienen  las mismas necesidades? No lo sé, tan sólo sé que una de las características propias de los seres humanos es justo su sentido de identidad.

 

Factores que promuevan el sentido de identidad hay muchos, la pasión por los perros o los autos de lujo por ejemplo, suelen ser elementos que congregan a la gente, pero sí de referirnos a la identidad nacional se trata,  los símbolos patrios,  por cierto cada vez más devaluados,  suelen conceder a los hombres ese sentido de identidad y así nos damos cuenta que  hay soldados que darían su vida orgullosamente por defender su bandera o deportistas que rompen en llanto en la cima del podio al escuchar las notas del himno nacional.

 

Sin embargo, pienso que para los mexicanos, el ícono que más nos une, es la imagen de la Virgen de Guadalupe. Si nos remontamos a su historia, recordaremos  que llega a México justo en el momento que más necesidad tenía el pueblo de aferrarse a su identidad. Tan sólo imaginemos ¿cómo debían sentirse aquellos pobres indígenas que devastados por la conquista,  veían perder no sólo a sus gobernantes, sino sus tierras, pero principalmente,    su religión. Los que venían les imponían creer en un hombre sin vida, cuando ellos adoraban al sol, a la luna, a la lluvia.

 

Y fue precisamente en  medio de ese sentido de orfandad que  Guadalupe llega a México, y se revela nada menos  que a un indígena y decide quedarse entre nosotros a pesar de la oposición  de los más altos jerarcas de la Iglesia Católica, Fray Juan de Sumárraga, nada menos.

 

A partir de su llegada a México, inmediatamente fue adoptada como la Madre, a partir de su llegada, los indígenas ya no se sintieron  más desamparados, pues Guadalupe   era como ellos,  sentía como ellos,  los comprendía y los aceptaba como eran.

 

 Hablar de Guadalupe es hablar de México pues no sólo ha sido motivo de  identidad nacional, sino que  también ha estado ligada a la historia de nuestro país,  pues ha acompañado a los mexicanos en las luchas más importantes  por defender los derechos humanos, y si no, díganme ¿cómo se explica el hecho de que fuese el estandarte que Hidalgo usara para convencer a su pueblo de lanzarse a la lucha por la Independencia, y  por si fuera poco, la Virgen de Guadalupe tuvo un papel transcendental en la guerra Cristera, donde fue el ícono que acompañó a tantos y tantos mártires que dieron su vida,  por conservar el derecho a profesar su religión? Los Cristeros se enfrentaron al gobierno de Calles al amparo de Cristo Rey y de la Virgen de Guadalupe. De esta lucha se rescatan letras de himnos tan significativos como los siguientes:

“Qué viva mi Cristo

que viva mi Rey

que impere en doquiera

triunfante su ley.

¡Viva Cristo Rey!

¡Viva!, ¡Viva Cristo Rey!”  

o

“Mexicanos volad presurosos,

del pendón de la Virgen en pos,

en la lucha saldréis victoriosos

defendiendo a la Patria y a Dios”

 

 Estos himnos acompañaron y fortalecieron a los mexicanos en su lucha.

 

Más allá de las fronteras de México.

Pero la acogida  de Guadalupe se ha extendido más allá de las fronteras,  pues ha sido declarada: Reyna de México y Emperatriz de América. 

 

Hoy estuve presente en la ceremonia que se celebró en su honor en el Santuario que lleva su nombre y pude comprobar en los rostros de la gente ese sentido de identidad que nos une a ella.

 

Para los seres humanos los íconos son parte de su identidad, cada pueblo tiene los suyos, los estadounidenses,  por ejemplo, tienen al Tío Sam, pero los mexicanos tenemos a la Morenita, del Tepeyac, a  la Virgen de Guadalupe.

 

MARIA MARTHA MORENO MARTINEZ

Acámbaro, Gto.

12 de diciembre de 2022

ALGUNOS DETALLES DE LA PELICULA F1

                                    ALGUNOS DETALLES DE LA PELÍCULA F1.     Se podría decir que soy cinéfila desde hace varios años, pues di...