miércoles, 29 de mayo de 2024

RECUERDOS DE LA TRASQUILA

 

RECUERDOS DE LA TRASQUILA.

 

 

Corría el mes de febrero, eso lo sé porque el campo estaba seco, pero teñido de un amarillo brillante. La fecha no la recuerdo con precisión, ¡hace ya tanto tiempo!, pero deben haber transcurrido unos 47 o 48 años, porque mis hermanos y yo, éramos estudiantes aún, también recuerdo con mucha claridad que en el país reinaba un clima de tranquilidad, se podía disfrutar de la vida en paz y armonía. 

 

Fue entonces cuando en una plática familiar, empezamos a concebir la idea de organizar una fiesta, para tratar de reunir a los integrantes de la familia Moreno-Gómez, a sus hijos, y a los  nietos que éramos entonces. Digo lo anterior porque mi padre, Luís Moreno, fue el último de los 12 hijos que se casó (ocho hombres y cuatro mujeres), así que, para entonces, mis hermanos y yo éramos los más pequeños de los nietos. 

 

Fue conmovedor que aun lograran asistir a tan hermosa convivencia varios de los hijos Moreno-Gómez, entre ellos, recuerdo a Alfredo, Mando, Fidel, Anita, Rafael, Serafín, Melchor y desde luego, a mi padre, Luis.

 

Entre los nietos, se hicieron presentes aquellos a los que les apasionaba la charrería, tales como: Maurilio, que, dicho sea de paso, fue el primer nieto, hijo de la tía Antonia, a José, hijo del tío Fidel, Rubén, hijo del tío Melchor, a Gustavo Trejo, hijo de la tía Chole, a Alejandro Marín, hijo de mi tía Sara, a Vicente Moreno, hijo del tío Román, y, desde luego, a Victor y a Toño, hijos del tío Mando.  

 

Toño Moreno Moreno para ese entonces ya se había ganado buena fama en California en el amaestrado de caballos y en la práctica de todas las suertes charras. 

 

Estas prácticas de charrería hasta la fecha se practican en la familia. Yo ya desconozco a los descendientes de las nuevas generaciones de los Moreno, pero de los que recuerdo de aquella época, y que aún se encuentran con vida, gracias a Dios, están: Gerardo y Juan Flores, Fidel Moreno, Gustavo Trejo, y René nieto de mi tío Alfredo.

 

Y así fue como mis hermanos y yo nos dimos a la tarea de organizar la convivencia, primero había que hacer las invitaciones personalmente, poner a tono las instalaciones donde se realizaría, contratar la música, conseguir las yeguas, organizar la comida, etc. 

 

El caso es que, con la idea de recordar las hazañas de la familia, que se apreciaban desde siempre de ser grandes charros, y excelentes jinetes, rememorar a los que se habían ido, y reunir a los presentes, nos dimos a la tarea de convocar la reunión. El sitio sería, nada más y nada menos que: LA TRASQUILA.

 

La Trasquila es una franja de tierra que se ubica entre los límites de Michoacán y Guanajuato, es decir, que se cruza si se transita por la carretera Acámbaro-Morelia, y que en sus tiempos gloriosos fue un hermoso bosque, donde corrían los arroyitos de aguas cristalinas, reinaban los pinos, y se comerciaba con la brea obtenida de ellos. Pero, desgraciadamente para nuestra familia, y en particular para mi abuelo Vicente, esta tierra fue incautada en la época del reparto agrario entre 1934 y 1940. Pero, por decreto constitucional, las construcciones que se encontraran en las tierras incautadas se respetaban, es decir, seguían perteneciendo a sus dueños originales. Así que, cuando nos enteramos de esta noticia, no dudamos en realizar nuestra fiesta en la Trasquila, que, a la sazón, conservaba una casa de adobe, un corral y una manga.

 

Desde la carretera, yendo de Acámbaro a Morelia, justo en el límite de Michoacán y Guanajuato, se alcanzaba a divisar la construcción de la Trasquila allá, a la derecha, tal vez unos 500 metros adentrándose en el campo cubierto de yerba. 

 

A continuación, trataré de describir una manga, la cual es un pasillo que se usa como pialadero, por donde se hacen pasar las yeguas dispuestas para los piales que habrán de realizar los charros que, apostados en sus caballos y en fila, con su reata en las manos están listos al paso de la yegua que, yendo al galope, intenta liberarse de los lazos que los charros le tiran, uno tras otro.

 

La fiesta empezó desde muy temprano, cuando todos los asistentes iban llegando, quienes, con sus caballos, quienes, con sus canastas, sus vaporeras y otros enseres necesarios para la reunión.

 

A eso del medio día llegó el sacerdote, sí, el padre Jaime Carrillo, que en ese tiempo era muy joven y párroco del templo del Señor de Araró, quien nos hizo el favor de celebrar una misa en pleno campo, bajo la sombra de unos pirules, Recuerdo con mucha nostalgia que rápidamente cortamos muchas flores de jaras amarillas e hicimos con ellas un caminito con el que adornamos el altar. Durante la ceremonia, que fue en extremo emotiva, se nombraron uno a uno, todos los que se habían ido, pero que, gracias al   poder de la oración, también se hicieron presentes en nuestra fiesta.

 

Inmediatamente, después de la misa, las notas gloriosas de la banda de viento de Inchamácuaro se empezaron a escuchar, y disfrutamos enormemente la fiesta al ritmo de: la mula bronca, el novillo despuntao, mi gusto es, bonita finca de adobe y muchas otras  más.  y fue entonces cuando los asistentes empezamos a tomar nuestro lugar en la cerca de piedra de la manga, para ver, desde nuestras posiciones, el espectáculo del pialadero, en el que ya estaban en lista de espera los jinetes, entre ellos recuerdo con mucho cariño a los tíos: Alfredo, Melchor y Serafín, además de los nietos: Maurilio, Rubén, José, y Gerardo, Gustavo, Victor y Toño.

 

Y así, a ritmo de la banda, chirriaban las retas en las cabezas de las sillas de montar de las que salía humo debido a la fuerza con que el charro enredaba su cuerda para tirar con fuerza al animal y derribarlo, por cierto, que así fue como el tío Fidel, siendo joven, se llevó un dedo.

 

Llegaron además otros asistentes, quienes no eran charros, pero, ellos, con sus comentarios, sus recuerdos o sus canciones nos alegraron también la fiesta. Entre ellos estuvieron: Toño y Román, hijos del tío Melchor, Ismael, del tío Rafael, Estela, Concha, y Lupe, hijas de mi tío Fidel, del que también estuvieron sus hijos más pequeños, me refiero a Fidel, a Chente, a Nico, Alfredo y Carmelita, así como la tía Anita, Rosita, esposa de Toño, etc.

 

Y a eso de la 3 de la tarde, ya los olores del rico mole, los taquitos sudados, la barbacoa empezaron a inundar el ambiente y….. a comer se ha dicho. En la comida también se hicieron presentes las bebidas como el tequila y desde luego, la cerveza.

 

Pero algo muy sorprendente fue, que toda la fiesta transcurrió en paz y armonía, no recuerdo que haya habido discusión alguna, ni siquiera diferencias. Quizá sí un poco de preocupación de mis hermanos y yo, porque estimábamos que con la cooperación que nos habían dado los asistentes no alcanzaríamos a pagar la música, que, dicho sea de paso, era una banda muy buena, y por lo mismo, cara.

 

Pero cuando vio nuestra cara de preocupación, un ángel guardián salió en nuestro auxilio, me refiero a mi tío Alfredo de quien escuchamos:

 

- ¡No se preocupen!, lo que haga falta para pagar la música yo lo pago, que gesto tan inolvidable y significativo el de mi tío Alfredo, pues gracias a su valiosa ayuda fue como logramos pagar la participación de la banda.

 

Todo lo que he dicho antes, viene a mi mente porque justamente ayer, nos visitaron Carolina y Eliseo, hijos del primo Toño Moreno y nietos de mi tío Alfredo, quienes nos participaron de la 7ª Morenada que se celebrará justamente en California el 15 de junio de 2024, lo cual nos produjo mucha alegría a mi hermana Vero y a mí. Al respecto me gustaría decir que estoy contando esta historia, porque me gustaría que conocieran el origen de las Morenadas, de las cuales, la celebrada en la Trasquila, es, con mucho, la primera de estas fiestas en haberse realizado.

 

También la escribí para recordar algunos de los nombres que han hecho historia como  grandes charros y jinetes, me refiero, desde luego a la estirpe de los Moreno, a quien dedico esta pequeña crónica que sucediera, allá por los años 1977 en los inolvidables campos de la Trasquila, antigua propiedad  de esta memorable familia, me refiero con gran orgullo y admiración al señor  Don Vicente Moreno  Sancén “papa Chente” y a su distinguida esposa Concepción Gómez “mama Concha”.

 

MARIA MARTHA MORENO MARTÍNEZ

Acámbaro, Gto. 29 de mayo de 2024.

 

 

 

 

 

 

 

sábado, 4 de mayo de 2024

PIEDRAS CON MEMORIA

 

PIEDRAS CON MEMORIA.

 

 

Antes de iniciar a escribir este pequeño texto, debo decir que, éste, no es motivo de mi inspiración, sino de mi hermana, pero me gustó lo que dijo, así que, decidí transcribir sus palabras, y aquí están:

 

- ¡Mira nada más esas piedras! 

Me dijo, cuando, escobetilla en mano, lavaba con ahínco las diversas piedras que adornan la casa de mis padres.

-  Sí, reafirmó, ¡son piedras con memoria! 

 

Y es que, tiene razón, cada una de esas pétreas piezas, cuenta una historia: El molcajete de mi abuela, los metates de mi mamá y de Cuca su amiga del alma. Cada una de estas piedras, sintieron la caricia de las manos de mis ancestros. ¿Cómo no valorarlas? Si además siempre estuvieron detrás de los alimentos que nos llevamos a la boca durante muchos años.

 

- Pero, por si fuera poco, estas piedras, fueron labradas con cincel, no con máquina, como se hace en la actualidad.

 

Así pues, mi reconocimiento, primero para mis ancestros que usaron estos objetos para darnos de comer, pero además a los artesanos que los labraron y por esas hermosas historias que nos cuentan, estas piedras ahora adornan nuestra casa, para recordarnos que tienen alma propia, y que por todo lo que han vivido con nosotros son ¡PIEDRAS CON MEMORIA!

 

MARÍA MARTHA MORENO MARTÍNEZ

Acámbro, Gto. 4 de mayo de 2024

 

 

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