DEVOCIÓN POR SAN ANTONIO.
La mitad de mi infancia la pasé en casa de mis abuelos maternos, Hilaria y Eduardo, mi madre nos llevaba al menos tres veces por semana, si no se ofrecía otra cosa, que era casi a diario. Una vez ahí, había infinidad de cosas que hacer, tales como:
- De amor, es mi negra pena….
Cantar canciones de Sonia López con la prima Carmela, trepadas en la mesa de cemento donde se lavaban los trastes.
- Tengan su domingo. Nos decían las tías Celia y Sara.
Un peso, para repartirnos 25 centavos a cada uno de los cuatro hermanos y correr por la noche a la esquina de Socorrito a comprar aquellos huarachitos de doña Lore, que sentada en cucliyas nos los servía en aquellos platitos hondos de barro, extrayéndolos de una olla negra que, sentaba en una caja de cartón, para que no se enfriaran.
- Y póngales mucho chile doña Lore, sí, también cebolla y limón. Ahhhh, ¡riquísimos!
Y el domingo.
- ¡Ya son las cautro Martha!, gritaba mi madre.
Y a correr a encaramarme en la ventana de Molina para ver desde ahí la corrida de toros desde la Plaza México o desde el Toreo de cuatro caminos. Y escuchar las emotivas crónicas de Paco Malgesto o de Don Pepe Alameda.
- Vengan, convocaba a mis primas y mis hermanas, vamos a ensayar la velada del diez de mayo.
Y cantábamos:
“Señor carretero le vengo a avisar
que sus animales se le iban a ahogar,
unos en la arena y otros en la mar
señor carretero le vengo a avisar”.
- Mañana es mi cumpleaños, decía mi tía Celia. Invité a comer a mis amigas: Carmela Lara, Carmela Espinosa, Trini y Estela.
Y era “celebrar” con alguna comidita que tía Celia había preparado. Nosotras, las sobrinas, las veíamos por la puerta tomarse unos cuantos tequilitas y, desde luego, había mucha música que escuchábamos en el tocadiscos. Con las canciones que estaban de moda para bailar: Hanky Panky, Jamaica Ska, Bule bule, Popeye, y desde luego, para ponerse románticas, Javier Solís.
- Ahora me toca a mí.
- No, la otra vez tú la traías, ahora es mía.
Nos peleábamos por la muñeca de pelo verde, propiedad de mi prima Patricia, quien nos la compartía, cuando a ella ya la había aburrido.
- María, te vienes a comer eh, decía mi abuela. Ya ves que mañana es 13 de junio.
Y, desde muy temprano había que adornar la empedrada calle Morelos, con las macetas más bonitas, sí, las más floridas, las mejor pintadas. Todos los vecinos, a cual más, querían competir porque sus macetas fueran las mejores para adornar el camino de San Antonio, que cargado en andas, por cuatro cristianos se paseaba mostrando sus mejores galas, tanto él como su niño, ambos luciendo sus vestidos nuevos.
La calle Morelos pertenece al barrio de San Antonio en Acámbaro, de ahí que la familia entera crecimos y nos identificamos con la devoción a este glorioso santo.
Era 5 de febrero, debo haber tenido unos 12 años, cuando mi abuelo Eduardo murió y lo cito ahora porque, tengo en mi mente muy gravado el triste doblar de las campanas de san Antonio que anunciaban su funeral.
Uno de los recuerdos más vivos que tengo en mi mente, es la estructura del templo de San Antonio, que data nada menos que del siglo XVIII, es una capilla pequeñita, que originalmente se encontraba al fondo de un pasillo, que lucía a sus lados un barandal de cantera donde se encontraba una puertecita que conducía a la gran exposición de los exvotos dedicados a San Antonio. Era muy interesante leerlos y contemplarlos, los había que contaban diversas historias, de los milagros que les había concedido este santo, tales como haber recuperado con vida a un niño caído en un pozo, o una sanación de viruela, o por haber salvado a Don Albor después de haber sido arrastrado por su caballo, en fín. En esa colección se podían encontrar dibujos de enfermos en sus camas, trencitas de niñas, muletas de personas que habían vuelto a caminar, etc. A mí me gustaba leer todas aquellas historias plasmadas en cuadritos de lamina que se coloreaban con escenas de la enfermedad o de la recuperación y se escribía la historia del milagro concedido.
Hoy recordé todo esto, porque hoy es martes de San Antonio, eso significa que en los templos que atienden los sacerdotes pertenecientes a ese templo, el sacerdote bendice el pan que ha de sanar a los enfermos y se reza el responso:
Si buscas milagros, mira:
muerte y error desterrados,
miseria y demonio huidos,
leprosos y enfermos sanos.
El mar sosiega su ira,
redimense encarcelados,
miembros y bienes perdidos
recobran mozos y ancianos
El peligro se retira,
los pobres van remediados;
cuéntenlo los socorridos,
díganlo los paduanos.
El mar sosiega su ira,
redimense encarcelados,
miembros y bienes perdidos
recobran mozos y ancianos.
Ruega a Cristo
por nosotros,
Antonio glorioso y santo,
para que dignos así
de sus promesas seamos.
Como he dicho, San Antonio ha sido el santo de la familia, desde tiempos desde aquellos remotos tiempos de mi infancia.
Y desde luego, no podía dejar pasar esta oportunidad para despedir esta crónica describiendo aquel momento en que yo, que ya veía de cerca el tiempo de la kermese, es decir, aquella oportunidad para que Don Rafaelito y sus hermanas, que eran nuestros catequistas en la doctrina, nos distribuyeran diferentes bocadillos que nos servían en un platito que habíamos de llevar el día de la Kermese, así como nuestros boletos, que eran la moneda de cambio por cada una de aquellas delicias gastronómicas que nos sevían desde los diferentes puestecitos de madera adornados con papel crepé y…..
- ¡pásenle a los buñuelos!
- ¡acá a los tamales!
- ¡mejor un pambaso!
Bueno, pues el caso es que ya reuniendo los boletos que habíamos de canjear por los bocadillos y que se encontraban sobre el nicho y para alcanzar a rescatarlos, encaramé una silla pequeña, sobre una grande y me subí hasta alcanzar aquel nicho sobre el cual reinaba San Antonio.
Fue entonces cuando las sillas se movieron, jalé el nicho y se vino sobre mi cabeza aquel san Antonio de bulto al que mi madre se dirigía devotamente para encomendarle su interseción para todos los males.
- Pero niña, ¿qué te pasó?.
- San Antonio mamá, San Antonio ¡rompí tu san Antonio! Y fue llorar y llorar, no por lo que me dolía la descalabrada que me hizo, ni por la sangre que me escurría por el rostro, sino por haber roto el san Antonio de mi mamá. Hoy recordé ese sentimiento que me envargaba aquel día porque hoy es martes, día de san Antonio y acudí a misa donde se bendijo el pan para remediar los males.
Referencias:
https://www.elpandelospobres.com/san-antonio-de-padua/oraciones-antonianas/responsorio-de-san-antonio
MARÍA MARTHA MORENO MARTÍNEZ
Acámbaro, Gto. 20 de febrero de 2024