NOSTALGIA FERROCARRILERA.
en Acámbaro
No había relojes en casa, las actividades en familia se regían por el movimiento de los astros, que a su padre le resultaba tan familiar, por las campanas de la parroquia, o por el silbato del taller del ferrocarril. Cuando de plano era indispensable, su padre enviaba a cualquiera de sus hijos a preguntarle la hora a Don Melitón, aquel viejo usurero, quien invariablemente regresaba a los pequeños con la misiva: “digan a su papá que yo le vendo un reloj”, pero eso a su padre no le hacía mella. La vida seguía su curso.
Así fue como Martha se acostumbró a organizar su vida cotidiana.
Primera de la misa de ocho.
- ¡Prepárense niños!, a ver Vero ven por tu huevo.
- No quiero mamá.
- ¡Cómo que no!, ¡abre la boca!, mira le puse limoncito.
¡Guác!, va el huevo para afuera, derramándose sobre aquel impecable uniforme de alitas paradas, limpiecito y planchado con almidón.
Segunda de la misa de ocho, ya en la puerta y a la escuela. Pasaban a la casa de las madres, a ver cuál de ellas salía primero para acompañarse, porque la escuela distaba de casa casi un kilómetro.
Por la tarde, 10 para las 3 silbatazo del ferrocarril, otra vez la misma historia del recorrido a la escuela, 3 de la tarde, silbatazo fuerte y largo que anunciaba la salida de los ferrocarrileros que ya habían cumplido su jornada laboral, Martha recuerda aquella avalancha de hombres rudos con los que se encontraba a diario, vistiendo sus overoles de mezclilla azul marino, su paliacate al cuello enredado, su cachucha de rayitas azul y blanco y su lonchera de metal, nunca olvidará tampoco sus rostros cansados y embarrados de aceite, ni el terror que le producían aquellos enormes monstruos negros de metal, las máquinas de vapor, que veía pasar a diario por las vías cercanas a su casa.
Y ¡cómo olvidar!, aquellos días de aguaceros tan fuertes, en los que se formaba todo un río en la emblemática esquina, de Las Quince Letras, que, de otra manera hubiera sido imposible cruzar para ir a la escuela de no ser por los fuertes brazos de los ferrocarrileros.
Una de las historias trágicas asociadas el taller del ferrocarril, fue aquella que su madre le contó varias veces. Era una noche en la que caía un aguacero torrencial, intensificado por una ¡terrible! tormenta eléctrica, el cielo se iluminaba constantemente y luego, retumbaba el trueno que partía en dos el firmamento. Fue entonces, cuando cayó uno de esos rayos en el campo de la creosotadora, un enorme espacio abierto en el que impregnaban con chapopote los durmientes de la vía. De pronto, el cielo de Acámbaro se enrojeció y, aquel fuego embravecido, duró encendido varios días hasta que acabaron de arder todos los durmientes y el chapopote que se acumulaban ahí. Nunca más, se recuperó la creosotadora. Ese campo actualmente alberga al deportivo Caña Brava.
Una de las experiencias que aún están presentes en la mente de Martha, es aquella en la que ella y su familia, abordaron por primera vez el tren en la estación del Pípila en Morelia, eran alrededor de las 6 de la tarde, y estaba impresionada por el ambiente que se hacía al interior del vagón en el que viajaban, iba realmente emocionada, escuchando el chaca, chaca de la máquina de vapor, y viendo las vaquitas que pastaban a lo lejos. Recuerda como llamaba su atención aquel comercio que se establecía en cada una de las estaciones por las que pasaba el tren, porque era el momento en el que vendedores de uchepos, gorditas de papa y de frijoles, tamales de chile y atole de cáscara hacían su presencia, tratando de convencer a los pasajeros para que probaran cada una de aquellas delicias gastronómicas que habían preparado en sus hogares para estar a tiempo a la pasada del tren.
Los acambarenses de los años 60´s se acostumbrarían a vivir con aquella poderosa influencia ferrocarrilera. Pues era claro el orgullo de los trabajadores por pertenecer a este gremio y eran la admiración de los niños que no tenían un papá en ese campo laboral. Los ferrocarrileros eran un grupo privilegiado que contaba con la mejor oportunidad de trabajo, era el segmento de la sociedad mejor pagado de Acámbaro. Así que pertenecer a una familia ferrocarrilera, era reconocerse en la élite de la sociedad acambarense.
Ahora, tal vez esto pudiera parecer intrascendente, pero en aquellos tiempos, los ferrocarrileros tenían en Acámbaro muchos privilegios que definitivamente el resto de la población ni siquiera se atrevía a soñar; por ejemplo, el hecho de que contaban con un club deportivo exclusivo para sus familias. Este club era la envidia de todos los niños de aquella época, contaba con instalaciones de primera categoría; una pista reglamentaria de atletismo, dos canchas de tenis, un campo de futbol, canchas de básquet bol, un campo de beis bol y ¡lo más increíble!, una ¡bellísima alberca!, con agua calientita, además de múltiples áreas verdes.
Los niños, que como Martha no tenían familiares ferrocarrileros se daban cuenta de la belleza de este parque deportivo porque se conformaban con mirar tras de las rejas, pero una vez al año, venían a la Cd. de Acámbaro un escuadrón de motociclistas del cuerpo de tránsito del estado, los cuales hacían unas preciosas exhibiciones y entonces sí, permitían el acceso a todo el público.
Otro de los privilegios con que contaban los ferrocarrileros era el servicio médico gratuito, algo totalmente impensable para aquella época. El servicio se ofrecía, nada más, ni nada menos que en el bello edificio del hospital del ferrocarril, que actualmente acoge las instalaciones del Seguro Social.
Uno más de los beneficios que tenían los ferrocarrileros era ser miembros del STFRM, Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana, sus instalaciones fueron por muchos años en Acámbaro, el único escenario artístico con que contaba la ciudad, pues tenía un gran foro en donde se celebraban todo tipo de eventos culturales: obras de teatro, conciertos, graduaciones, etc., además de sus oficinas, el sindicato también contaba con una excelente cancha de básquet bol, en la que se llevaban a cabo partidos de calidad, también se alquilaba para que los colegios organizaran en dicho espacio sus festivales artísticos.
Además de todo lo anterior, las instalaciones del sindicato ferrocarrilero de Acámbaro son emblemáticas, pues en su pórtico se puede apreciar un busto de aquel glorioso Héroe de Nacozari, Jesús García Corona, quien a sus escasos 25 años, en aquel fatídico 7 de noviembre de 1907 en Nacozari, Son. sacrificara su vida, desviando al tren en llamas, para que no entrara en la ciudad, en la que moriría mucha gente. Y que ahora, el pueblo de México lo recuerda a través de su corrido:
Máquina 501
la que corría por Sonora.
Por eso los garroteros,
El que no suspira, llora.
Era un domingo señores,
Como a las tres de la tarde…..
Pero además de todo lo anterior, también Acámbaro, llegó a ser, gracias al ferrocarril, el corazón de México. Su estación fue de gran importancia primeramente por encontrarse justo en el centro del país, ya que, llegando a Acámbaro, la vía se bifurcaba: para el oeste hacia la estación de Pedro Escobedo, Gto. y de ahí hacia el norte del país y hasta Laredo en los Estados Unidos. y hacia el sur hasta el puerto de Lázaro Cárdenas, Mich.
Martha aún recuerda aquella primera visita a la estación cuando su madre la llevó a conocer a su amiga Lupita, la dueña del restaurante, y no olvidaría aquel letrero blanco, que todos los pasajeros del tren veían ya fuese desde su ventanilla o al bajar a la estación, dicho letrero se encontraba en el patio, inscrito en letras negras, en las que se leía: ACÁMBARO 1850 mts. S/N del mar.
Pero la importancia ferrocarrilera de Acámbaro, no sólo se debía al paso del tren, no, sino que aquí se encontraba ubicado el taller que comenzó a dar servicio a partir de 1888, pues era aquí donde se daba mantenimiento a las máquinas, vagones y vías de los trenes, y no sólo eso, en el taller del ferrocarril se llegaron a construir las mismísimas máquinas de vapor. Que desde esa época y para siempre, han sido motivo de orgullo, no sólo para los ferrocarrileros, sino para todos los acambarenses. Al parecer, esta fiebre ferrocarrilera llevó en aquel entonces, al joven creativo, de nombre: José Cardoso, del cual se cuenta, quería demostrar que también en Acámbaro, se podían construir estas máquinas. Entonces ¡manos a la obra!, así fue como se construyó La Exploradora máquina 295 que se puso en operación en 1942, y luego La Fidelita, máquina 296 que se activó en 1944. Ambas máquinas recorrieron diversos destinos de nuestro país, por varios años, llevando con orgullo, estampado en su lomo el sello de: “hecha en Acámbaro”. Por muchos años, estas máquinas no se volvieron a ver, y no fue sino hasta después de un largo proceso y peregrinar siguiendo sus pasos, cuando se pudo rescatar a la Fidelita para traerla de regreso a la tierra que la vio nacer, ¡Acámbaro! Y que, ahora, se exhibe orgullosa en los campos del antiguo taller del ferrocarril donde fuera ensamblada aquel año de 1944.
Pero Acámbaro también vivió la profunda tristeza del gremio ferrocarrilero, que expresó su inconformidad a través de su sindicato, sin embargo, todo esfuerzo resultó inútil, y así fue como en 1995, el presidente Ernesto Zedillo decidiera privatizar el ferrocarril, pasando de ser FNM (Ferrocarriles Nacionales de México) a Kanzas City Soutern. Esto trajo entre otras cosas, mucho desconcierto; por ejemplo; el antiguo deportivo, y las instalaciones del sindicato, y el propio taller que antes estaban tan cuidadas, en la actualidad nadie reclama su propiedad, y se mantienen en pie gracias al esfuerzo del (SFTRM) sindicato de trabajadores ferrocarrileros de la República Mexicana.
Por otra parte, la herencia del taller del ferrocarril se vio reflejada en lo que hasta ahora ha sido la valiosa formación de un cuerpo de fundidores, torneros y soldadores, entre los que destacó con gran éxito el taller de la familia Brayle que por muchos años continuara laborando en el campo de la fundición, también cabe reconocer a la familia Cuéllar y actualmente a la familia Muñoz, quienes han mantenido la influencia del ferrocarril en sus talleres de torno y soldadura, y que le han dado fama nacional, e incluso internacional a Acámbaro. Aunque también es bueno saber que hay diversos pequeños talleres dispersos en la ciudad que también han recogido esta valiosa herencia ferrocarrilera.
Pero como “todo pasa y todo queda”, en Acámbaro, también se derrumbó el ferrocarril. Todo empezó, recuerda Martha aquel fatídico día en que una ¡enorme congregación de acambarenses! abarrotaron las inmediaciones del taller, el bordo y la calle Héroe de Nacozari para despedir, con lágrimas en los ojos, aquella ¡última máquina de vapor!, la tristeza inundaba los corazones de los asistentes, porque a partir de aquel acontecimiento, muchas familias habrían de desintegrarse, pues no sólo se llevaban las máquinas de vapor para Juchitán Oax, sino también al propio taller, eso significó para Acámbaro todo un golpe económico, por decir lo menos.
Luego, se dio la bienvenida a las máquinas diésel, pero desde luego, aquel boom ferrocarrilero en Acámbaro, se acabó, para siempre. A partir de entonces, el tren siguió su trayectoria como lo hace hasta ahora, recorriendo incansablemente las vías, pero el gran taller del ferrocarril y las diversas instalaciones de que contaba cayeron en plena decadencia.
Acámbaro, ha sido por tradición: ferrocarrilero y mariano, Martha dice esto porque recuerda la forma en que ambos conceptos han estado ligados, pues desde que tuvo uso de razón, todos los días últimos del año, los silbatazos del ferrocarril no se hacían esperar, a las 12 del medio día y a las 3 de la tarde. Aún recuerda la mezcla de emoción y tristeza que se respiraba en el pueblo al escuchar aquellos silbatazos que se metían hasta lo más profundo de su ser porque anunciaban que un año más había terminado y por ello, daban ¡GRACIAS A DIOS! A su manera.
Otros de sus recuerdos se asocian a las fiestas del 4 de julio, día en que se festeja a la Virgen del Refugio como patrona de Acámbaro. Esas fiestas siempre han estado muy ligadas a la influencia ferrocarrilera. La fiesta iniciaba desde la tarde del día 2 de julio, en el que la calle Héroe de Nacozari, y luego la Juárez, se teñían de rosa, porque el gremio ferrocarrilero regalaba, toda la flor que había de adornar el templo y el atrio del convento para la fiesta de la virgencita. Así que cada pesado florero, era transportado en unas andas de madera por dos personas que iban en peregrinación desde la estación del ferrocarril, hasta el templo. Los fieles que no tenían familiares ferrocarrileros, iban a esperar la peregrinación a la iglesia y la entrada al templo era un acontecimiento realmente ¡triunfal!, las notas de la banda de guerra, y luego del coro de la iglesia al ritmo de:
“Oh, virgen del Refugio madre amada.
Tu gloria de este pueblo y esplendor.
En ti nuestra esperanza está cifrada
Pues tuyo es de tus hijos el amor…..
Nuevamente la emoción no se hacía esperar, se hacía un nudo en la garganta y las lágrimas brotaban no sólo las de los peregrinos, sino las de los asistentes que les daban la bienvenida.
Y al medio día del 3 de julio, y venidos desde Los Órganos, llegaban a casa la madrinita Esperanza y el tío Mando.
- Ya llegamos María, ¿ya preparaste a los niños?, ¿Qué van a estrenar?
- Mira Esperanza, ya a cada uno le tengo su estreno, para mañana, pero hoy hay que ir a darle la bienvenida a la peregrinación.
- Ah, pues vámonos María, porque siempre está lejos la estación.
- Si Esperanza, vámonos, ahí Mando que nos espere platicando con Luís.
Era así como había que ir a esperar a la peregrinación, comandada por el Sr. Lorenzo Lara. Esta peregrinación congregaba a los acambarenses residentes en la ciudad de México, los cuales llegaban el día 3 de julio, en el tren de las 3 de la tarde. El silbato del ferrocarril anunciaba estrepitosamente la llegada de los peregrinos, recuerda los pesados estandartes que portaban, las mantillas sevillanas que lucían algunas peregrinas, los pies hinchados, los ojos llorosos, pero, sobre todo, aquellos ¡preciosos! regalos que traían año con año a la virgencita del Refugio.
Y después de tantos años Martha hace un recuento de lo que considera, queda de las glorias del ferrocarril en Acámbaro.
Quedan los intentos del colectivo “Amigos del Ferrocarril” que persigue que prevalezca en la memoria del pueblo de Acámbaro la grandiosa herencia ferrocarrilera, pues a ellos se debe la recuperación de La Fidelita, y fueron ellos quienes organizaron aquel concierto en el 2015 que se realizara en las mismas instalaciones del viejo taller, también recuerda una exposición de trenes construidos a escala. ¡preciosos!
Por otra parte, queda aún la nostalgia de aquel orgullo ferrocarrilero escondido en su pequeño museo del ferrocarril de nombre: José Cardoso Téllez inaugurado en el 2001 albergado por el antiguo y bello edificio de la estación de mediados del siglo XIX.
También queda en pie y en servicio, el que fuera el hospital del ferrocarril. Este edificio se construyó con el mismo estilo de la estación y por la misma época y aun ahora sigue funcionando con las instalaciones del Seguro Social.
Así mismo, se observa la presencia orgullosa de la Fidelita, rescatada después de una larga travesía para traerla de regreso a la tierra que la vio nacer.
Y El ruinoso deportivo ferrocarrilero que sigue abriendo sus puertas, ahora a todos los visitantes quienes aportan una pequeñísima cuota que ayuda a mantener sus instalaciones a su mínima expresión, pero aun funcionando, y en alguno de sus muros aún se puede observar la frase:
“LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ”
Y
ORGULLO DE ACÁMBARO
Flanqueada por las pinturas de las máquinas construidas en Acámbaro, la 296, La Exploradora y la 296, la Fidelita.
Y en otro de sus muros la fotografía del Sr. Badillo, que se resistió, hasta el último día de su vida, a dejar su trabajo en el ferrocarril, pues trabajaba en el deportivo y al caer de una escalera ya no se volvió a levantar.
Y desde luego, también quedan los intentos de aquellos que, como Martha, escribe estas líneas, tratando de preservar, primeramente, en su memoria y luego en la de aquellos, los valientes lectores, que habrán de compartir estas líneas en las que se cuenta un poco de lo que ha significado la nostalgia ferrocarrilera en Acámbaro.
MARÍA MARTHA MORENO MARTÍNEZ.
Acámbaro, Gto.
25 de abril de 2023