lunes, 29 de marzo de 2021

MUJER ARTIFICIAL

MUJER ARTIFICIAL.

 

Un día le espetó a la cara:

 

-       Hermana, eres una “mujer artificial”.

 

De pronto se molestó, pero en realidad había mucha razón en eso.

Teresa cuidaba mucho su cuerpo, se empeñaba en mantenerlo fuerte, ligero y bien alimentado. Era frecuente sorprenderla de madrugada haciendo veinte mil abdominales, para fortalecer su abdomen, hacía pesas para definir sus bíceps. Además de correr 8 Km. a la semana para sentirse ágil.

 

Por si fuera poco,  pensaba que una rutina diaria de ejercicio no era suficiente para tener un cuerpo sano, así que tomaba todo tipo de potingues: un machacado de ajos en ayunas para fortalecer el aparato inmunológico, un te de cola de zorra para que sus hormonas sexuales funcionaran a la perfección, además de una dosis de calcio y otra de magnesio para tener huesos fuertes, glucosamina para sus articulaciones, vitaminas para ayudar a su metabolismo, y ……

 

Un día, llegó hasta sus oídos la terrible tragedia que estaba causando un virus venido de China, se enteró por las redes sociales de la cantidad de muertos que estaba provocando, pero Teresa continuaba con su vida normal. 

 

-       ¡Teresa!, le gritó su madre: ¡el cubre bocas!, ¡lávate las manos!, ¡no vayas a las fiestas!, ¿no ves que te puedes contagiar? Pero eso la tenía sin cuidado, después de todo, pensaba, ella era: “una mujer artificial”.

 

Ahora se lee en su epitafio: Aquí yace Teresa, una verdadera “Mujer Artificial”.

 

MARÍA MARTHA MORENO MARTÍNEZ.

29 de marzo de 2021

domingo, 14 de marzo de 2021

CUANDO NOS QUEDAMOS SIN ROSTRO

 


CUANDO NOS QUEDAMOS SIN ROSTRO.

 

Andrea´s designes era su marca.

 

Andrea, provenía de una familia de clase media, pero siempre había soñado con ser diseñadora de moda.  Recuerda que los mejores años de su infancia los pasó entre hojas de papel y lápices de colores. Todos se sorprendían de la calidad de sus dibujos. Cuando tenía 18 años participó en un concurso de diseño gráfico, el premio, un curso de 8 semanas en París. El curso le ayudó mucho, pudo depurar su técnica, pero para ella, el mayor aprendizaje fue que ese curso le había abierto las puertas a un nuevo mundo, sí, el mundo de la moda. 

 

Andrea regresó a México y empezó por montar un pequeño taller de costura. A punta de gran esfuerzo, logró hacerse de una clientela cada vez más selecta, y sus diseños eran cada vez más sofisticados, cotizados, y, por lo tanto,  más caros.

 

Ahora, a sus casi treinta años, a Andrea, le empezaba a preocupar su apariencia física, en especial, su cara. Estaba consciente de que la belleza empezaba por el rostro, así que se esforzaba por costearse los mejores tratamientos de belleza, las cremas más caras del mercado y hasta una que otra cirugía estética con tal de disimular las pequeñas arruguitas de la edad que ya empezaban a hacer su aparición en el contorno de la boca.

 

En el ir y venir de la vida cotidiana, Andrea alguna vez había escuchado aquello de que “la muerte es el mejor rasero de la humanidad”, pero por supuesto eso a ella no le preocupaba en lo más mínimo, pues su mayor interés estaba centrado entre las pasarelas y el cuidado de su figura, en especial, el de su cutis.

 

Pero un día, mientras se preparaba su café y antes de darse una ducha para encaminarse a su almacén, escuchó en su Alexa que un nuevo virus, sin previo aviso, se estaba expandiendo, como la pólvora, a nivel mundial, que estaba causando la muerte de miles de personas y que amenazaba con llegar a México en poco tiempo. Andrea pensó de inmediato en diseñar alguna estrategia para blindar negocio. Pero a medida que pasaba el tiempo, la situación se fue haciendo cada vez más insostenible, las damas de sociedad suspendieron sus reuniones sociales y ella empezó a perder su clientela. Recuerda haber pensado que la situación duraría tan sólo unos tres meses, pero ahora, después de un año, Andrea observa con tristeza que su negocio está a punto de ir a la quiebra. Fue despidiendo al personal menos indispensable, pero a un año de haber iniciado la pandemia Andrea se ha quedado sola, porque ya no fue posible sostener a sus empleados, ni siquiera a los más fieles.

 

Un día, cuando chateaba con sus amigos, alguien recordó aquello de que “la muerte es el mejor rasero universal”, inmediatamente Andrea saltó para inconformarse, 

 

- te equivocas Prisciliano, ahora el COVID nos ha hecho a todos iguales, mírame a mí, que antes me codeaba con la “crema y nata” de la sociedad diseñándoles los más finos y caros vestidos, ahora me dedico a diseñar cubrebocas. Los hay de todos tipos, desde los más atrevidos que muestran señas grotescas, hasta los más elegantes y los de animalitos. A mí, que antes de la pandemia me gastaba una fortuna para tener un cutis de ensueño, ahora no tengo que preocuparme más pues la pandemia nos ha dejado a todos sin rostro.

 

MARIA MARTHA MORENO MARTINEZ

Acámbaro, Gto.

14 de marzo de 2021

 

 

 

 

 

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