PASEÍTO POR EL ARTE
Se podría decir que mi interés por el arte se remonta a la época de 1º de secundaria, cuando yo lucía, en mi carpeta de apuntes un ¡maravilloso! tesoro, puesto que en su portada me deslumbraba cada vez que la abría, la misteriosa mirada de la Mona Lisa, también se relaciona con mis sueños de niña de conocer el mundo. Y como a los 13 años, aquello era del todo imposible, me dedicaba a escribir cartas a cuanta embajada me interesaba. Las cartas se presentaban con el siguiente formato. Por ejemplo. Si era Italia a quien me iba a dirigir, entonces escribía el destinatario en el sobre de la siguiente manera:
Embajada de Italia en México.
Luego la redacción iba en este sentido:
A quien corresponda.
Hola, soy Martha Moreno, tengo 13 años, y me encantaría conocer tu país, soy muy pequeña, por eso al menos, me gustaría que me pudieras compartir cualquier material que me permitiera realizar un viaje imaginario a través de él.
¿Me podrías ayudar?
Era el año 1968, la única forma de comunicarnos con los demás que no pudiéramos ver a diario, era a través de cartas. Pero ya cuando tuve más conciencia de lo que hacía, me quedaba sorprendida de lo que había logrado. Primeramente, me llamó la atención que no tenía ninguna dirección, y, sin embargo, las cartas llegaban, y era ¡la ciudad de México!, pero lo más sorprendente era que me contestaran y me mandaran cuanto material te puedes imaginar. Me hice de un verdadero tesoro de materiales impresos de todo el mundo: postales, folletos, escritos, publicidad turística, etc. En general, lo que cada embajada estaba dispuesta a compartirme y realmente fue demasiado. No era extraño ver al cartero tocar a la puerta de mi casa constantemente para entregarme desde pequeños, hasta grandes sobres, pero todos, con algo especial para mí. Es así que, literalmente me enamoré del mundo, y en especial, del arte.
Fue así como navegué por los fiordos noruegos, escalé los Alpes suizos, y visité los museos del Vaticano.
Luego vino una larga espera, porque hasta que pude trabajar y ahorrar para realizar mi primer viaje, pasaron muchos años, pero yo seguía soñando con viajar, conocer el mundo y contemplar las grandes obras de arte de universal.
Ya cuando pude lograr cierta estabilidad económica tuve la fortuna de visitar diversos museos en varias partes del mundo. De cada uno he aprendido mucho y me he deleitado con la contemplación de las obras que los engalanan.
El primer gran museo que conocí fue el Museo del Prado, y puedo decir que todo en esa visita me fascinó, empezando porque pude conocer la bellísima ciudad de Madrid, luego, el caminar por la hermosa calzada arbolada Del Prado, fue toda una experiencia, en extremo gratificante, ya que, aspirar la frescura de los grandes árboles que la adornan resultaba ¡tan fresco!, en pleno verano madrileño. Al ingresar, me quedé boquiabierta al contemplar “Las Meninas”, la maravillosa pintura de gran formato que es, tal vez, la obra más importante de Velázquez, en ella pintó la vida cotidiana de la corte española. En El Prado me quedé extasiada con las obras de los grandes artistas, tales como: El Greco, Rubens, Tiziano, Velázquez, Goya, Murillo, etc. Todas estas obras son de grandes dimensiones, lo cual las hace más asombrosas.
El estilo del Greco me encantó, aquellos seres alargados, que se difuminan a medida que los observas.
El segundo museo que visité fue el Thyssen-Bornemisza, donde pude apreciar las obras de la corriente Impresionista. Así conocí a Gauguin, Degas, Rembrandt, Van Gogh, Monet, Manet, Cézanne, etc. De todos ellos se exhiben sus grandes obras, pero quien me cautivó fue Van Gogh. De quien pude disfrutar, en una segunda visita a este museo, una colección completa, en la que se presentaban gran cantidad de sus obras, pero además buena parte de su biografía. De esta parte recuerdo la enorme nostalgia que me produjo la relación del pintor con su hermano Teo a través de las cartas que le escribía, para contarle las vicisitudes por las que estaba pasando, pues no lograba vender ni una sola de sus obras, mientras sus necesidades humanas aumentaban. Su desesperación llegó al máximo cuando va a parar a una especie de hospital psiquiátrico, donde permanece en la más absoluta pobreza, luego se corta una oreja, y finalmente muere. La experiencia vivida en esa exposición, sin duda me resultó muy enriquecedora, pero también dolorosa en extremo.
Otro de los museos que me impresionó fue el Reina Sofía, también en Madrid, ahí pude apreciar diversas obras de, Dali, pero, sobre todo, acudí a este museo porque ansiaba la posibilidad de tener un encuentro con el Guernica de Pablo Picasso. Y
Me gustó tanto que me senté en el piso para poderlo observar por más tiempo y así disfrutarlo mejor. Sin embargo, pronto llegaron los guardias y me quitaron de ahí. Primeramente, me quedé impresionada por sus dimensiones. Nunca imaginé que fuera tan grande. Debe medir unos 3X2 mts. Con esta pintura, me quedé atrapada en el dolor que experimentaron quienes vivieron el horror de la guerra civil española.
Luego en Paris, pude visitar el Louvre, en este museo me propuse una meta. Es tan enorme, que estaba consciente de que abarcarlo en una visita sería imposible, así que, tenía la mira puesta en sólo dos de sus obras: la Venus de Milo y la Mona Lisa. Y efectivamente, me dirigí hacia ellas, pensando que sería la única persona con ese plan. Qué ingenua, me dije cuando vi la enorme multitud que se dirigía justamente en la misma dirección que yo. Por lo que llegué hasta la Mona Lisa, pero apenas pude contemplarla por unos minutos, por la gran cantidad de personas que estaban esperando. Sin embargo, ese encuentro con tan preciada obra de arte, permanece en mi recuerdo casi como el logro de una gran hazaña. Fue pintada por Leonardo Da Vinci entre 1503-1504. Es una obra muy pequeña, mide tan solo 77x53 cm. No obstante, ha sido aclamada por el mundo entero, quizá como la obra de arte más reconocida a nivel mundial.
De ahí me dirigí a encontrarme con la Venus de Milo que también me impresionó, primeramente, su tamaño. Es una escultura, de unos dos metros de altura y los trazos del mármol en ella, son tan delicados que se puede percibir la textura de la tela que cae sobre su cadera. Representa a Afrodita, la diosa griega del amor, fue esculpida entre el año 100-130 a C. y es considerada como uno de los referentes más importantes de la belleza femenina en la antigua Grecia.
Cuando estuve en Roma, pude apreciar, diversas obras pictóricas, pero desde luego, la que más me impresionó fue la Cúpula de la Capilla Sixtina, obra de Miguel Angel. También pude apreciar las bellas obras arquitectónicas, entre las que destacan las columnas de Bernini que rodean a la grandiosa Basílica de San Pedro, que fue diseñada y construida por tres arquitectos: Miguel Ángel Buonaroti, Giacomo della Porta y Donato Bramante. Y, desde luego, la Basílica de San Pedro en sí misma, ya es una obra verdaderamente ¡imponente!, pero considero que, tal vez, cuando me encontré frente a mis ojos con las obras escultóricas de Miguel Angel, la experiencia de San Pedro adquirió un valor incalculable por el derroche de emociones que reflejan. ¡Cómo permanecer inerte! frente al El Éxtasis de Santa Teresa, pero la emoción me llevó a las lágrimas al contemplar La Piedad ¡Guau!
En Florencia, visité el museo de Los Uffizi, donde me encontré con las bellísimas obras de Sandro Bottichelli, en especial El nacimiento de Venus, pero lo que más llamó mi atención, fue sin duda, contemplar de cerca El David de Miguel Angel, el referente universal de la belleza masculina. ¡Bellísimo!
El último gran encuentro con el arte lo tuve en la ciudad de Nueva York, donde visité tres de sus museos, primeramente, el MOMA, museo de arte moderno. Donde observé diversas pinturas de los impresionistas, también se encuentran exhibidas obras del modernismo, que, por cierto, no son mucho de mi agrado. Luego me encaminé al Guggenheim. En este museo me gustó más que las obras que se exhiben, la arquitectura ultramoderna que lo distingue. No solo su fachada es impresionante, sino su estructura interna en forma de espiral. Imagino que tal vez esta construcción pudo ser la inspiración del museo Soumaya de la ciudad de México.
Y por fin llegué al museo Metropolitan de Nueva York, el cual me impresionó, pues es verdaderamente ¡enorme!, tiene toda una multitud de obras de arte en todas las vertientes que uno pueda imaginar, aunque lo que a mí realmente me interesaba era la pintura, fue aquí donde pude observar la más inmensa exhibición, de este bello arte que jamás hubiese imaginado, al punto que todos los museos que había conocido en Europa perdían su esplendor, porque en el Metropolitan hay obras de cuanto pintor te puedas imaginar. Fue realmente ¡increíble!, ingresar a la sala de los impresionistas. Había colecciones completas de varios de ellos, en particular me llamó la atención la sala de Degas, pero cuando ingresé a la de Van Gogh, lloré frente a su “Noche Estrellada”, es realmente ¡preciosa!
Ahora, ya casi en el ocaso de mi vida, no descarto la posibilidad de visitar algún día Milán, para poder apreciar La Última Cena de Leonardo da Vinci que se encuentra en el refectorio del convento de Santa María de las Gracias. Tal vez, algún día pueda contemplarlo frente a mis ojos.
Y así, con la emoción que me produjo la “Noche Estrellada”, despido este paseíto por el arte, pues considero que, en cuestión de pintura, es hasta aquí lo más significativo que he podido conocer y que ahora, tuve el gusto de haber compartido contigo esta bella experiencia.
MARÍA MARTHA MORENO MARTÍNEZ
24 de enero de 2025.