RECUERDOS DE ALFEÑIQUE.
- ¡Mamá, mamá!
- Qué traes niña, mira nomás como vienes, hasta parece que te falta el aire.
- Si mamá, dame diez pesos.
- ¿Para qué quieres diez pesos?
- Para comprar monitos.
- ¿Monitos?
- Si, si, monitos de dulce, mamá. Quiero vender monitos de dulce.
- Pe….pero, ¿dónde los vas a comprar?
- Aquí a la vuelta. Tú dame los diez pesos, ahorita vengo.
Así fue como Martha, que para entonces tenía diez u once años, se inició en aquel “negocio” de las figuras de alfeñique. Ese día sacó una cajita de zapatos y corrió a la casa de la familia Rojas, avecindada en la calle Morelos, casi esquina con Aldama. Eligió algunas figuritas, las más baratas para que le rindieran los diez pesos: viboritas, calaveritas, pollitos y algunos platitos. Luego puso en la puerta de su casa una mesita para exhibir su mercancía. Para su sorpresa vendió todos sus monitos mucho más pronto de lo que se imaginó, así que apartaba su ganancia y reinvertía su capital tantas veces como le era posible. Al final de la temporada de la fiesta de muertos, ella ya tenía un capitalito.
Al año siguiente, cuando ya se acercaba noviembre….
- ¡Mamá, mamá!
- Ahora qué niña.
- Fíjate que Pepita me va a dar clases para aprender a hacer los monitos de dulce.
- ¿Y cuánto cuestan las clases?
- Pos, pos, doscientos pesos.
- ¡Pero niña, apenas es lo que tengo para la semana!
- No te preocupes mamá, dice Pepita que me las puede dar en abonos.
- Ah, pos bueno, eso ya está mejor.
- Claro que luego tendré que comprar los moldes. Pero por lo pronto haremos viboritas y platitos. Para eso no se necesitan moldes.
Así que los sábados por las tardes, Martha acudía a la casa de Pepita para que le enseñara a hacer las figuritas de alfeñique.
Pepita era una anciana que vivía con su esposo y su hermana, y hacían todo tipo de delicias que eran un sueño para los niños.
Martha recuerda aquel gran mostrador, y tras de él, Don Arnulfo, esposo de Pepita. Cada domingo, al salir de misa de ocho, que era la misa de los niños, su mamá hacía con sus hermanos la parada obligatoria con Pepita para saborear ¡aquellos ricos! bolillos con cajeta, las obleas, los jamoncillos o las bolitas de leche.
Cuando Martha hubo aprendido la técnica para hacer las figuritas de alfeñique (mezcla de azúcares, grenetina y limón), puso en obra a toda la familia, hasta se llegó a instalar un pequeño taller en el pasillo de su casa. Era un taller improvisado, con unas tablas sostenidas en columnas de metal, que usaba su mamá para las macetas. Todas las tardes de octubre, la familia entera se reunía alrededor de aquellas tablas.
Cada uno tenía su función, era lo que se diría, “una producción en serie”, su mamá hacía la masa, luego, Martha hacía las figuras y ya que se secaban, su mamá las paraba en trocitos de cartón, y una vez que se secaban, Bertha, Vero y hasta Pepe, ayudaban a pintarlas.
Así se iba incrementando el stock de figuritas, de tal forma que, para la semana anterior al día de muertos, la producción se detenía y la familia, se dedicaba a la venta de figuritas. Se ponían dos mesitas, una afuera de su casa y otra en casa de la abuelita Hilaria.
Aquel “negocito familiar” se vivía intensamente año, tras año. Ahora, en este día, 2 de noviembre de 2022, vuelven a su mente los recuerdos, y le invade la nostalgia de aquel hermoso recuerdo de alfeñique que le daba significado a la fiesta del día de muertos pero, ante todo, Martha recuerda con alegría como aquella actividad, ayudaba a mantener la unidad familiar. Era hermoso ver que todos los miembros de la familia se reunían en torno al mismo objetivo: las figuras de alfeñique.
MARÍA MARTHA MORENO MARTÍNEZ
Acámbaro, Gto.
2 de noviembre de 2022
